miércoles, 19 de noviembre de 2008

Los choferes y su metafísica...

¿Se han subido a un micro pensando en lo que hicieron toda la semana, pero apenas se bajan 40 minutos después? ¿cómo es que cabe el tiempo de una semana en 40 minutos? El transporte público, en tal caso, sirve para alargar el tiempo; para hacerlo como chicle sin que el chofer operador o microbusero sin educación sean salvadores dalíes.

Y eso está chido.

Pero en el transporte público también viajamos con la realidad. Y la realidad en Quillolandia son las estadísticas y cifras. Acá llega a ser común despertar con las notas de que ya no son 43 sino 54 las víctimas atropelladas en lo que va del año, cortesía de la línea de transporte de autobuses que gira en la ciudad. A casi 10 meses aquí, he sabido de la muerte de un niño, un joven, una artista y el más reciente un anciano. Aquí los verdaderos Killers no son esa banda de Las Vegas que canta canyurridmaymaaaainddd sino los choferes de buses. Y el gobierno tapatío que de entrada ya sabemos que es mocho, persignado y doblemoralista y ya por eso lo reprobamos, no hace nada al respecto. Al contrario, este año subieron la tarifa, lo cual hace que los choferes sean entonces asesinos a sueldo contratados para lastimar a la población tapatía.

A diferencia de lo que leo en el ilustre post anterior sobre Monterrey, esta ciudad es en algunos cuadros más amigable para la alternativa de la bicicleta. Pero funciona de manera ñoña, la verdad: como no existe una cultura de respeto a los ciclistas, la banda cleta (que claro, también puede ser bicicleta pero eso no nos importa), organiza recorridos nocturnos para atravesar la ciudad y con cuadrillas van cerrando calles y organizando el tráfico para deslizarse sin peligro. Si se cae uno, por ejemplo, las asistencias llegan inmediatamente como partido América vs. Chivas donde apenas se rozan los jugadores y caen actuando toda una coreografía, haciendo todo un drama, como si en realidad tuvieran fractura de tibia y peroné. Acá la más ligera raspadura de rodilla es un suceso escandaloso también.

Personalmente considero a la bicicleta en mi Top 5 de los inventos más importantes del último siglo, quizá hasta ocupe el primer lugar. Pero aquí, esos recorridos dan la impresión de ser como salir de ñoño a pasear con un ñoño-puñado de ñoño-boy scouts, como con un ñoño-puñado de ñoña-gente que se escapó de un ñoño-comercial ñoño-buenaondita de ñoño-refresco de cola que pasea con ñoño-sonrisas en la ñoño-cara. Y la bicicleta es un transporte individual: nada mejor que clavarse unos audífonos y pedalear y alejarse de todo. Solo.

¿Se han subido a un micro pensando en lo que hicieron toda la semana pero apenas se bajan 40 minutos después? El transporte público, si vas montado, siempre dará relojes derretidos. Pero… ¿han visto a alguien atropellado por un killchofer? El transporte público cumple a veces esas funciones más metafísicas, como es llevar a sus pasajeros de la vida hacia la muerte gracias a cavernícolas-choferes-aquerontes, a los que los panistas han subido el sueldo. Esto ocurre en esta ciudad mientras las bicis comienzan a alejarse de los boy scouts y los comerciales de refresco de cola, para empezar a exigir su individualidad y por fin deslizarla, libremente, por las calles de noche o de día…

NOTA: Estimado usuario, a este micro de vez en cuando se subirán, probablemente, payasitos que cuenten chistes malos; gente recién salida de la cárcel que se dirige a su pueblo que está bien lejos y pida dinero para el pasaje; niños de la calle que asalten sicológicamente con un ‘prefiero pedir que robar’; o niñas guapas al asiento de a lado (además de nuestras dos operadoras, claro)… aún así, suba usted: sí somos cafres con las letras pero… ¿y qué? suba y recuerde que esta unidad es suya, deje todo como le gustaría encontrarlo (aunque este sea anuncio colgado en los baños), haga dos filas en el pasillo, vaya recorriéndose… y baje por la parte de atrás.

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