lunes, 29 de diciembre de 2008

Año nuevo… vida nueva?



Hablar de los propósitos de año nuevo es hablar de promesas, que en la mayoría de los casos se quedan en eso, en promesas…


Aunque muchos lo nieguen, la mayoría sino es que todo el mundo hace planes en base al año entrante, desde deja de comer taaaanto pan, hasta abrir una cuenta en el banco y comenzar a ahorrar para mejorar el coche, o la compu o hacer el viaje ese con el que se ha soñado toda la vida. Para mi el año nuevo no solo viene con una carga de buenos deseos para el universo en general, incluidos lo mejorable, sino con otras no tan buenas, como ser un año más vieja, que viéndolo por el lado positivo pues es un año más de experiencia (ja) pero bueno, ese es otro tema. No estoy en contra del cliché en el que se han convertido los intenciones para el año entrante, claro que por supuesto que tengo propósitos, viajes por hacer, gustos y necesidades que satisfacer, metas a futuro, pero sinceramente no le veo el caso de hacerlos justo cuando inicia el año, uno puede hacerlo cuando tiene las ganas, no esperarse 365 días para iniciar. He descubierto también que mi psicología funciona al revés, o sea, si digo ya no voy a gastar tanto, gasto más que nunca, así que en base a la encuesta de Paz, les muestro una pequeña lista de lo que son mis propósitos de año nuevo, igual uno de ellos se pone rebelde y ya por fin salgo… ja ja ja

+seguir sin ir al gimnasio

+seguir sin dejar de beber

+seguir comiendo rico

+seguir sin ser fiel

+seguir sin ahorrar

+seguir sin novio

+seguir


.... Por cierto, preparen las uvas, las lentejas, las maletas, pónganse los chones rojos sobre o debajo de los amarillos, agarren la escoba (no para volar), pongan el borrego detrás de la puerta y pásenla de lujo este miércoles… Subale, súbale, hay lugaaaar

sábado, 27 de diciembre de 2008

Chofi invitado - Jefes

El mito de que tú y tu jefa sean mujeres

Texto: Una Diva*

En mis experiencias laborales siempre he escuchado esa teoría de que lo peor que te puede pasar como mujer es que tu jefa lo sea también.

Yo he sido afortunada, creo, pues todos mis “superiores” han sido hombres desde que comencé en esto del mundo laboral y, dejando atrás mi feminismo, les puedo decir que la relación con mis jefes ha sido estupenda, la comunicación ha fluido y he podido aportar mis ideas y puntos de vista sin problema alguno.

No sé si radique en que somos de género opuesto o simplemente he tenido suerte, lo sabré hasta que mi jefe sea mujer.

Pero las historias urbanas sobre trabajar con mujeres no me dejan ganas de tener a una persona del mismo sexo como jefa directa.

Una amiga me contó que su jefa no le permitió salir una hora antes cuando su hijo enfermó y tenía que ir por él a la guardería; otra amiga odió su primer trabajo donde la encargada de departamento tenía constantes problemas con su novio, los cuales descargaba con ella y otras compañeras, “resultaba un terror escucharla colgar pues no sabíamos con que humor la habría dejado su pareja”.

Dicen que “entre mujeres podemos despedazarnos, pero jamás nos haremos daño”, sinceramente no quiero averiguarlo…

*Una Diva, nuestra operadora invitada en la sexta semana tras la huelga de un par de choferes, es gurú y guía espiritual de varios bloggeros, a quienes tiene que poner en orden y mantenerlos 'temáticos'. Prueba de ello, aquí.

viernes, 26 de diciembre de 2008

De chile, de dulce y de manteca

Tema: Jefes

Un jefe debe tener mayores conocimientos que sus subordinados, ser un líder y -en términos prácticos y directos- ser el mejor de los de la oficina.

He tenido jefes que me han hecho llegar a la cima de mis diferentes actividades, y es a ellos a los que les agradezco lo que soy. Aún en la universidad, ya era ‘zapeado’ e instruido por el gordo Rivapalacio, MAO y Toño, quienes me iniciaron en el oficio más hermoso del mundo.

Luego de estar con auténticas vacas sagradas del periodismo, llegué a una empresa donde la única valía de mis jefes era que, como no sabían un carajo de lo que yo hacía, me dejaban en paz y en total libertad.

Fue en ese momento cuando me empecé a cuestionar sobre su valor como jefes. No tolero que mi jefe sepa menos que yo. Es absurdo, es ridículo, es estúpido.

Y ese fue el inicio de una serie de jefes que simplemente no llenaban lo que se necesita para esa encomienda. Desde el que, en plenos Juegos Olímpicos y luego de que nos avisaran que no tendríamos los derechos de transmisión, me pidió que le hiciera una lista por adelantado con los 20 reportajes/entrevistas que haría en los siguientes 20 días, hasta la que me preguntó que por qué era necesario un calendario de planeación en un lanzamiento de producto, en una agencia de publicidad.

Y es que en nuestro país no importa si eres el que más sabes, sino el ser amigo de los de arriba. Así encontramos a una editora de espectáculos que es diseñadora y pregunta que si las bandas Caifanes y Jaguares se iban a unir para una tocada de aniversario; un jefe de deportes que pregunta que si Cy Young era pitcher (el trofeo al mejor pitcher en Grandes Ligas casualmente se llama Cy Young, como dato informativo), un dueño de canal deportivo que pregunta que si es muy importante que Schumacher haya ganado siete títulos mundiales y… bueno, la lista luce interminable.

Hoy rescato lo bueno de mis jefes, y siempre que lo he sido me he preocupado por algo muy sencillo: ser el que sabe más que los de la oficina. Una vez que consigues eso, vas de gane.

Ahora que, como en México cada vez hay menos vacas sagradas a las cuales aprenderles, llevo años siendo mi propio jefe. Si bien no dejo de aprender al seguir estudiando y leyendo a los mejores del mundo, mi beneficio es no escuchar preguntas estúpidas de quienes llegaron por azar al escritorio más grande de esa oficina.

Así, hoy me preocupo de juntar lo de la cuenta en cada corrida y de llevarlos a la base, sanos y salvos.

jueves, 25 de diciembre de 2008

rudos y técnicos

Bienvenidos a la corrida navideña. Como hoy nos la llevamos con calmita tenemos tiempo de remembrar, aunque el tráfico sea como lo soñamos todos los días.

Creo que en cuestión de jefes me han tocado toda clase de especímenes, desde los mejores que cualquiera querría tener, hasta aquellos que te hacen dudar de tu propia vocación.

Los peores.

El primero, el que supuestamente debería haber sido mi mentor, ¡JA! Éramos los responsables de generar el contenido para un programa de radio que salía al aire a las 5:00 pm. A las 4:30 debían estar todas las notas listas para que el conductor tuviera oportunidad de revisarlas y no lanzarse al ruedo a ciegas. Invariablemente, a las 3:00 pm mi jefe se sentaba a comer, misión que le tomaba una hora, entonces se levantaba y miraba con cierto tono de superioridad, mezclado con desprecio y (ahora lo sé) un dejo de malicia, el trabajo que yo había terminado. Ese era el que al final salía al aire.

Más adelante me topé, en diferentes circunstancias y momentos, con dos personajes que el cine a reflejado a la perfección. Les cuento:

Cruella de Vil, una mujer que siempre iba impecable, altiva y tronando los dedos para que su séquito corriera a su alrededor. Su misión era mantener a los clientes felices, para ello a todo decía que sí. Luego volvía a su fortaleza y gritaba órdenes a sus esclavos. Mi gran fracaso con ella: nunca he sido buena para dejar que abusen de mi, ¡mucho menos para quedarme callada! Y si, estuve a punto de convertirme en el cuello de su próximo abrigo.

La segunda, les dejo que adivinen. Entraba dando órdenes, lanzando una bolsa que más parecía una maleta y que si te descuidabas te noqueaba, estirando la mano para recibir su café. Entre otras cosas era misógina. ¡Sí! A los hombres del equipo los abrazaba y besaba, mientras que a las mujeres nos miraba por encima del hombro. En un par de ocasiones me tocó viajar con ella y entonces parte de mis funciones eran la cita en el SPA, coordinar al peinador, maquillista y asegurarme de que su ropa estuviera planchada a tiempo. Algo que siempre me pareció imperdonable es que con los externos era divina y encantadora, pero con su equipo era implacable y hasta injusta, de esas personas que tratan de resolver las cosas a gritos. Y saben qué, yo no soy perro para que me anden gritando. ¿Ya les sonó conocida? Si, ella también vestía a la moda.

Por cierto, dejé de trabajar con ella pero como este negocio es muy pequeño me la topo con cierta frecuencia. Sobra decir que ahora cada vez recibo un gran abrazo, acompañado de un beso y “el enorme gusto que le causa saber que me está yendo taaaan bien”.

Hay que reconocer, de estos especímenes algo aprendí: no eres nada sin tu equipo, nunca pidas algo que no estarías dispuesto a hacer y muérete en la raya por ellos, porque la única forma de tener su compromiso absoluto es comprometerse absolutamente con y por ellos.

Pero, hay que ser justos en la vida. Y como dije al principio también he tenido jefes maravillosos, jefes con los que comparto la filosofía y los principios. Créanme que después de las experiencias nefastas que pasé (no sé si es casualidad o a todos nos pasa, pero fueron justo en mis años de novata) me volví más quisquillosa y lejos de agradecer cualquier palmadita en la espalda desmenuzo a la gente hasta convencerme de merecen mi cariño y mi respeto.

En los últimos tres años me he topado en especial con dos jefes (aunque creo que a ninguno le gusta que le diga así) que me han reivindicado con las jerarquías y la autoridad.

¿Lo mejor que tienen? Es difícil decirlo porque son muchas cosas, creo que en todas coinciden. Son excelentes en su trabajo, ejemplos a seguir y personajes de los que en todo momento aprendes algo. Admirables como profesionales, comprometidos y talentosos. De esos que cuando no sabes para donde hacerte llegan con una idea genial y que piensas “ojalá un día a mí se me ocurra algo así”.

Además confían en su gente, te dejan improvisar, experimentar y arriesgar. Nunca te dejan sólo, reconocen, tu esfuerzo y tus triunfos pero comparten los tropezones que todos en algún momento nos damos.

Sin embargo eso no es todo, son además grandes personas. Saben, y no olvidan nunca, que antes que empleados todos somos seres humanos. En todos mis trabajos he pasado por algún momento personal difícil. Acá por primera vez sentí el cariño y el respaldo de mis “colegas”, a los que en esos tiempos sólo vi como mis amigos. Y por si fuera poco, encuentran la forma de hacer que el trabajo sea divertido y disfrutable, ¿qué más se puede pedir?

Una de ellas hoy está a muchos kilómetros de distancia, pero sigue y seguirá siendo mi amiga y mi mentora. El otro… está amenazado de muerte con moverse de donde está. Si señores, hay jefes que vale la pena hacer todo por conservar.

Cuando sea grande definitivamente quiero ser como ellos.

Y hasta aquí le dejamos, que se nos hace tarde pa’l recalentado. ¡FELIZ NAVIDAD!

lunes, 22 de diciembre de 2008

Jefes… dónde los fabrican?


Mi vida laboral es corta, pero en este tiempo he tenido un sinfín de jefes y descubrí que los jefes nunca tienen contento a nadie…
Si es buena persona, le falta carácter, te lo pasas por encima, pobrecito no puede… si es enojón, tiene problemas, es un déspota amargado sin corazón…
Creo y sé que es muy difícil tener gente a cargo, a los problemas personales y mentales de los empleados, se puede sumar la carga de los jefes de otro nivel, la familia, los problemas de la empresa, el alza del dólar, la crisis financiera… Pero nosotros, los obreros, qué culpa tenemos!
En mi caso, ahora sufro... en realidad sufrimos (toda la empresa) porque el que dice ser nuestro jefe, aprovecha el poder, tal vez para él sea lo más normal, pero creo que no se vale, puesto que el ambiente de trabajo se convierte en un infierno, y eso en mi muy personal punto de vista es perjudicial para la misma empresa, pues el rendimiento de la plantilla obrera se ve reflejado en el producto final.
Todos quisiéramos tener un jefe de esos que saben distinguir entre la amistad y la chamba, de los que motiven a hacer mejor las cosas con solo decirte, "hiciste un buen trabajo", de esos que te ayuden a salir de un problema y no te metan más en el hoyo, o de los que por el simple placer de saludarlos tengas una excusa para ir contento a la oficina.
Pero creo que esos solo existen en la TV, o en mi imaginación… que triste.

Por eso admiro a los que son sus propios jefes, los que viven en la impunidad de trabajar desde la cama, sin rendirle cuentas a nadie…

Súbale y disfrute del llingun bels

viernes, 19 de diciembre de 2008

Letra muerta


Tema: Fobias

A la del cumpleaños

Apretaba la mandíbula hasta el punto en que pensé que se rompería los dientes. Enterraba los dedos contra el balón de futbol y parecía que lo reventaría. Sus ojos miraban fijamente a la rata y comenzó a sudar. Tenía fobia a esos silenciosos y astutos roedores.

Por el contrario, yo veía sus largos bigotes y no entendía porque podían tener rabia, si serían lindas mascotas.

De eso han pasado más de 10 años. Desde entonces he tratado de buscar mi fobia.

¿A las alturas? No. ¿A los alacranes? Los cazo y los meto a frascos con alcohol para conservarlos. ¿A la sangre? Soy donador dos veces al año. Y así sigue la lista.

Sabía que debía tener alguna fobia, todos la tenemos.

¿Miedos? Algunos. Al fracaso, a la derrota, pero vaya, ninguna es fobia. He fracasado y he perdido y creo que lo asimilo muy bien.

Mi fobia es a la letra muerta. Esa que me explicaron en la escuela que se da, que sí existe. Escribir algo y que nadie nunca jamás en la historia del mundo mundial, lo lea.

Me da pánico el pensar que nadie leyó algo que nació para ser leído. No me refiero a eso que escribes para ti mismo, no, sino a lo que se hace para los demás. Y es que eso sería la muerte para un reportero. Juntaría el fracaso con la derrota y te diría que tu razón de ser ha muerto. Que tu paso por el mundo ya no es necesario. Que si te cuelgas, nadie lloraría por ti.

Esa es mi fobia. Saber que no hubo un par de ojos que leyera, que a nadie le transmití nada. Y no me refiero a una sola nota, sino ya el hacerlo de manera habitual.

Hace dos días una amiga me dijo: “Te leí, me gustó, ya soy tu fan” y me sentí feliz. No por el piropo, ni por el ego, sino porque ella leyó de principio a fin. Mientras ella me lea… no hay fobia.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Insectos en las alturas

Cuando era niña, tendría unos 6 ó 7 años, vi una película cuyo título, trama o protagonistas he olvidado del todo. El único recuerdo que conservo de ella es una escena en que una mujer colgaba con ambas manos, a punto de caer al precipicio, cuando una tarántula empieza a descender por su rostro.

No estoy segura de si mi pánico a las arañas nació allí o esa imagen sólo lo potencializó, lo cierto es que hay pocas cosas que me puedan paralizar tanto como un peludo ser de ocho patas.

Pasé mis años de infancia viviendo en una zona semi-rural, asistiendo a una escuela semi-rural. Insectos de todo tipo se nos aparecían constantemente; grillos, lombrices, caras de niño, y en términos generales podía lidiar con el asco y miedo que me provocaban, pero una araña, por pequeña y pseudo indefensa que fuera, era capaz de hacerme dormir en el piso de otro cuarto con tal de no quedarme en el mío propio con su cadáver o si quiera el recuerdo de su espíritu.

El miedo a las arañas me acompaña hasta el día de hoy. Soy incapaz de matar una y no por un afán ambientalista, sino porque me da terror enfrascarme en una lucha contra una de ellas. Dicen que ellas me tiene más miedo a mi… pero qué tal que no lo saben.

Otro miedo que durante años me hizo pasar malos momentos fue a las alturas. Recuerdo una ocasión en que jugábamos a ser intrépidos escalando bardas y desafiando lo que según nosotros eran precipicios, cuando de pronto me quedé absolutamente paralizada. No sé cuánto tiempo paso hasta que alguien se dio cuenta de que no estaba jugando y subió por mí.

Por consecuencia, los aviones no son como mi fascinación. Es más si puedo agarrar carretera durante unas 4 ó 5 horas lo prefiero a tomar un vuelo de una hora. Pero tampoco es cosa de que uno se prive de los placeres de viajar por andar de cobarde verdad.

Finalmente, haciendo un análisis y compartiendo las opiniones de los operadores de esta digna unidad, algo a lo que definitivamente le tengo pánico es a la estupidez humana. Sumado a ello la falta de criterio, la nula memoria histórica de este país, los idiotas con iniciativa… ah! Y a la desaparición de los canales de deportes de la televisión.

A lo que no le tengo nadita de miedo es al volante y la velocidad, así que súbale que prometo conducir con cuidado.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Fobias...

A unas horas de que termine mi ruta los saludo, porque más vale tarde que nunca…

Todo el día estuve buscando qué escribir sobre el tema de la semana, FOBIAS… Y nada, busqué en Internet, platiqué con varios amigos… pensé en mis propias fobias que ahora distingo del miedo mismo...

Conocí infinidad de fobias, que al agua, a las multitudes, a las alturas, a los insectos, las arañas, una de las más extrañas que encontré fue al número 8, o a los olores, pero sin duda se lleva las palmas la Optofobia (miedo a abrir los ojos) se pueden imaginar algo así, yo no, supongo que su vida no es más difícil que la de un ciego, pero… ¿No aprovechar ese sentido? Se me hace terrible.

Ahora que distingo entre las fobias y el miedo, creo que no padezco de alguna en especial, las alturas solo me causan vértigo y las multitudes algo de angustia… pero esperen! no se si exista una definición médica o psicológica para la fobia a la estupidez humana, tal vez eso si pueda padecer.

Suuubale, antes de que otra cosa suceda!

viernes, 12 de diciembre de 2008

Viaje, viaje, viaje, viaje, viaje…

Tema: El viaje

Abrí un ojo y sentí que esa no era mi cama. Voltee a la ventana y no estaba en su lugar. Me levanté asustado. En la cama contigua, mi compañero de cuarto de esa temporada. Le desperté con mi tono desesperado.

--¿Dónde estamos wey?

-- ¿Ehhhh?

-- Sí, ¿dónde estamos?

-- En el hotel, ya duérmete… -dijo aún dormido.

-- ¡Ya sé que en el hotel! ¡Y es un Hilton! (dije al ver las cortinas y la alfombra y el papel tapiz) y seguro mañana vamos a la pista… pero… ¿qué ciudad?

Al escuchar eso, prendió la luz de la cabecera, se incorporó y con voz suave, como tranquilizándome, dijo: “Indy… McCoy… es Indianápolis…”

--Ok, ya… ya… ya me acordé… perdón… duérmete…

No dijo más y jamás me preguntó que pasó aquella noche. Me entendía perfecto. Nuestras habitaciones cambiaban cada semana. Siempre era la misma cadena, pero nunca la misma cama. Llegamos a aprendernos la programación de las películas de los aviones, saludábamos a la señora de la tienda de ese aeropuerto que siempre nos sonreía al vernos pasar, y --como en capítulo de Seinfeld-- apostábamos (viendo el monitor) a qué vuelo llegaría primero.

Nos aburrían los tiempos de espera en los aeropuertos y ya teníamos rutinas que nos hacían amenas las esperas. Las sobrecargos nos daban las cobijas antes de pedirlas y entregábamos los documentos antes de que los solicitaran. Contestábamos las preguntas de corrido y ya buscando el equipaje en las bandas.

Aún no salíamos del aeropuerto cuando ya pensábamos en quién nos recibiría en la sala de prensa, si llegaríamos a tiempo de escoger buen lugar o si estaríamos antes de la primera calificación.

Pensaba en el día que tocara de nuevo la ciudadmasgrandeybelladelmundo, no para cambiar ropa, sino para ver si --aunque fueran unos segundos-- ella podría estar en el aeropuerto conmigo.

Durante el vuelo, no pensábamos en cómo nos iría en ese viaje, sino en qué día teníamos que mandar la solicitud de acreditación para el siguiente.

Aprendimos a dormir en un incómodo asiento, a ‘alargar’ los viáticos, los nombres de las hijas del reportero que se sentaba a nuestro lado cada finde y a conocer lugares de noche, cuando todo está cerrado. Ese año aprendí a ‘regatear’ en varios idiomas (algo que hoy ya olvidé) y ella dejó de irme a recibir.

Y aunque todo lo anterior suene a queja, no lo es… al contrario… amábamos eso… lo amamos…

jueves, 11 de diciembre de 2008

Frío, bourbon y recuerdos

Sólo nos tomó 32 años hacer por primera vez un viaje solitos. Fue una de esas oportunidades que no tienes muy claro cómo te caen en las narices pero cuando te das cuenta ahí están y seguramente no se van a repetir.
Fueron sólo tres días a un vecino país del norte. Pero eso fue sólo físicamente. La verdad es que el viaje fue a 50 años atrás, a anécdotas que había escuchado hasta que me aprendí de memoria, a descubrir que si existe un lugar que siempre pensé que era algo como “el país de nunca jamás”, al que él volvía con los recuerdos y hacía hasta lo imposible por llevarnos con la imaginación.

Por primera vez en años me dejé llevar, sin una agenda pre-establecida, sin planes estructurados y esquematizados… ahí na’ más a donde nos llevara la vida.

Narrar el viaje completo resultaría muy largo, y aunque con el tráfico decembrino seguro nos daría tiempo, me limitaré a señalar algunos aspectos relevantes, o al menos curiosos.

Nos hospedamos en un hotel excelentemente ubicado, apenas a media cuadra del sitio al que llaman “the crossroad of the world” osea, Times Square, cuya principal característica era el espacio interior, baste decir que había que ir en fila india por los pasillos y que tenía yo que brincar su cama, para llegar a la mía porque no había otro espacio para pasar.


La agradable temperatura de Nueva York nos recibió ahí cerca de los 0°, eso cuando se ponía buena onda, porque luego le daba por disminuir y soltar un airecito que calaba hasta las ideas, motivo por el cual la verdad es que perdimos todo el estilo, pero no las ganas de caminar y caminar y caminar la ciudad. Bueno hasta de navegar alrededor de Manhattan temiendo que un iceberg se atravesara en el camino y nos arruinara el show.

Caminamos por toda una ciudad que no hay mejor forma de conocer que codeándose con su gente en las abarrotadas banquetas. Comimos donde nos agarró el hambre y el antojo, no sé si conocimos los sitios más sofisticados pero si los más “rumbosos” como diría el viejito. Viajamos en metro y hasta en tren. Visitamos museos y tiendas, comimos pretzels… bueno hasta tomamos bourbon con todo y que no nos gusta (“es que es muy gringo” declaró después de dar el primer trago y estar a punto de escupirlo).

Pero lo mejor, lo inigualable, fue un trayecto de poco más de una hora en tren, a las orillas del Hudson, para llegar a Poughkeepsie, ese lugar que resulta que si existe aunque no lo creíamos.

Llegamos sin la menor idea de para donde jalar, con la fortuna de que el Marist College resulta ser un sitio de harta relevancia para la comunidad osea que no fue tan difícil encontrarlo.

Fue llegar y ver su mirada cuando se le apareció el Donnelly Hall, el edificio que él ayudo a construir y que dejó en obra negra, para verlo hoy convertido en punto emblemático del lugar. Ya con eso valió la pena el viaje.

Lo demás, fue adicional. La caminata por el campus (impresionante por cierto), la hora y media en la tienda de souvenirs buscando algo para cada miembro de la familia, el recorrido por la biblioteca, la visita al Presidente del Colegio, los minutos en el mismo lugar que ocupó en la capilla en sus años de estudiante y los recuerdos que paso a paso nos iban alcanzando y envolviendo fueron aderezos al plato principal.

Si me preguntan, de manera un poco egoísta puedo decir que lo más maravilloso para mí fue el gusto de poderle regalar esa aventura. “Sólo a ti se te puede ocurrir hacer algo así” me dijo cuándo volvíamos y lo que pensé fue que por él valía la pena eso y más.

Y para qué negarlo, ¡me divertí como loca!

Hay lugares en el mundo que disfruto muchísimo. Mérida es mi infancia completa, mis mejores recuerdos, mi familia. Ixtapa es la playa, el descanso, el reventón para viejitos que se nos da tan bien. Madrid por alguna razón es mi lugar feliz, creo que en mi otra vida viví por allá. Pero si algo descubrí en estos pocos días, es que puedes crecer, cambiar, irte o volver, pero siempre habrá un lugar y una persona a la que podrás volver, no importa en qué lugar del mundo estés.


¿Con quién hice el viaje? Con mi alter ego, un hombre al que adoro y admiro: ¡mi papá!







PS Mi motivo de mayor emoción: me pidieron identificación para dejarme entrar a un bar!!! Eso hacía mucho, pero mucho que no me sucedía.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Portugueses...

Traslado que se hace de una parte a otra por mar, aire o tierra. Eso dice la RAE que es el viaje. Entonces un viaje puede ser simplemente avanzar un paso, dar una brazada o dar un brinco. O moverse un centímetro. Ya depende de uno lo que se deje o se conozca, lo que se aprenda u olvide en esa distancia. Pero es una distancia suficiente; es completamente un viaje.
Sólo que lo olvidamos; consideramos viaje a algo que viene seguido de palabras como boleto, avión, bus, barco, maleta, mochila... Europa! Y no es así. Personalmente pienso en lo que es un viaje a partir de las conclusiones que te dejan. También soy medio radical y pienso que la esquina de una calle en Estambul tiene lo mismo que la esquina de una calle en Barcelona, Guatemala, Guadalajara o El Salvador, que lo único distinto es el contexto que la adorna; claro, el contexto es rete-importante pero la esencia es una (hay varios experimentos al respecto; ahora recuerdo la película Flirt, de Hal Hartley).
También considero como argumento frágil aquello de ‘los viajes ilustran’. No sé, depende mucho de en qué quiere ilustrarse uno. De entrada creo que lo que un viaje hace es sensibilizar: el viaje coloca y ajusta un radar con el que uno sabe con quién sí y/o con quién no; yo al menos no he regresado ilustrado de algún lugar. Y la verdad es que cuando estoy en un lugar nuevo prefiero estar en la calle o pasar el tiempo en un bar tratando de obtener el termómetro de la gente, antes que meterme a un museo, por ejemplo. Lo que hay en un museo así sea la Gioconda o Saturno Devorando a su Hijo, eso lo puedo ver en un documental. Hasta donde sé, aún no enmarcan y colocan en museos las charlas de gente en bares o calles así que prefiero aprovechar dos horas en un bar o vagando en el metro, escuchando a la gente que vive ahí, a meterme en un museo del que hay documentales libros y cosas que puedo encontrar en el lugar donde vivo.
Y eso, la importancia del viaje la dan sus conclusiones. He tenido supuestos viajes de horas de los que he vuelto más tonto de lo que me fui; pero he dado un paso, un solo paso en algún momento curioso y he vuelto de él como si regresara de China.
Por último, olvidamos además que ya por estar aquí somos viajeros… solo estaremos aquí poco tiempo, cierto? En el fondo todos somos portugueses cuyo mar en las ventanas les recuerda todo el tiempo que estamos de paso, que en algún momento hay qué partir a algún lado. Entonces, hay qué aprovechar este boleto, avión, bus, barco, maleta, mochila… como cada uno prefiera.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Qué buen viaaaajeee....

Primero una disculpa porque la corrida se atrasó, había haaaarto tráfico.... pero ya saben aqui estamos y en el camino andamos así que suuuuben...
Los viajes…

En mi corta existencia las visitas a otros lugares alejados de mi pueblo han llenado mi cabeza de recuerdos, experiencias y aprendizaje. Subir al auto acompañada de mis padres con rumbo desconocido, escuchando música que ahora trae imágenes de verdes montañas a mi memoria es algo que no tiene precio.
Desde chiquita he disfrutado de las carreteras, a diferencia de mis hermanos que en cuanto se suben al coche se quedan jetones, yo permanecía despierta, observando el paisaje, las casas, los cerros, buscando figuras en las nubes en el cielo azul o tratando de encontrar constelaciones entre las miles de estrellas.
Creo que esos viajes, los de carretera son los que más disfruto, mi primer vuelo en avión no fue la mejor experiencia, un trasatlántico 9 horas de vuelo, enferma, asustada, no horrible, pero pues ya en el regreso me acostumbré a eso de las turbulencias y el mar, no se diga, me hace falta un crucero en el caribe, que creo no tendré problemas.
¿De los más significativos? El que hice a Veracruz en año nuevo con una amiga, pues fue mi primer viaje sola y en una fecha en la que nunca había estado lejos de casa, aprendí horrores, como no cargar con todas tus credenciales en el mismo lugar, ya que tras el robo que sufrí en el malecón, quedé varada en una ciudad, sin dinero, sin identidad y sin esperanzas, que luego llegaron al encontrar en un libro mi acreditación del Estadio Morelos.
España ha sido otro de los lugares más simbólicos, cruzar el charco fue una gran experiencia en todos los sentidos, conocer otra gente, otra cultura y salarme algunos días de torneo para visitar otras ciudades.
Así puedo enumerar otros cuantos, Monterrey, o los viajes Express en la vuelta ciclista, en donde conocer gente ha sido lo mejor.
Haciendo un recuento, mi chamba, la independencia económica y mis amistades han sido factores que me han impulsado a viajar y me refiero en específico a esos traslados en los que te subes a un avión, camión o automovil (de los otros no se nada)…
En la lista aún quedan varios pendientes… Argentina por ejemplo, Chile, París, Holanda… y así podría enumerar otros países a los que quisiera conocer y que no me voy a morir sin pisar…
Súbale, tarde, pero seguro que llega.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Yingoul vels


Tema: Pre-Navidad, villancicos en noviembre.

Por muchísimas razones que no darían tiempo de explicar en una corrida en este Micro, creo en Dios. Y dentro de mis creencias, respeto la Navidad (ya después entro en peleas sobre si fue en diciembre o no, si fue en una cueva o en un pesebre y miles de cosas que para esta entrada son intrascendentes).

Así, Navidad es un festejo para mí. Me gusta cenar en familia y lo mejor: las ventas nocturnas. Es increíble poder comprar cosas buenas, que quiero y --a veces-- a mitad de precio.

Sin embargo no entiendo porqué comiencen con la pre-Navidad más de un mes antes, simplemente me parece absurdo. Son unos 60 días de este ambiente ñoño y agringado, con pretexto de una celebración religiosa de… ¡un día!

No sabía que odiaba esta temporada hasta que, en los primeros días de noviembre entré (por necesidad y no por gusto) a un Starbucks. Conecté mi compu con el mundo mundial y después de 10 minutos pensé que había viajado en el tiempo al 23 de diciembre. 

Villancicos en las bocinas, símbolos de copos de nieve en las ventanas, adornos navideños y un estúpido Santa Claus con nariz de borracho pegado en la pared.

¡Por favor! Si Santa ni existe… así como los Reyes Magos… digo… todos aquí sabemos que son los papás, ¿no? En fin. No me gusta el ambiente que rodea esa fecha. Sé que se ha dicho mucho, que la mercadotecnia, que si el capitalismo, que si nosequé… eso a mí no me importa… pero si quisiera escuchar villancicos, ver figuras de Santa y traer un sweter con un gran árbol de navidad, me mudaría al gabacho. Finalmente allá hasta nieve tendría.

jueves, 4 de diciembre de 2008

La Navidad como las lentejas

ADVERTENCIA ANTES DE ABORDAR:
Soy una de las personas más navideñas que podrán conocer. Me encantan las posadas, los regalos, el Lupe-Reyes, el pavo, los romeritos y todos los excesos asociados a estas fiestas.
Aclarado lo anterior, procedamos a la ruta del día de hoy.

Pocas cosas me pueden poner de peor humor que la esquizofrenia mercadológica que ataca a los centros de consumo, eso de tener en los mismos anaqueles a una bruja, compartiendo espacio con Santa Claus y tres diablitos que se codean con los ángeles del nacimiento me parece absurdo.
Por si fuera poco que un día de estos nos vendan huevos de pascua empaquetados con la rosca de reyes, la gente por las calles logra superarse e inventar costumbres aún más patéticas.

Sigo esperando que alguien me explique esa novedad de disfrazar los coches de reno. Y peor aún que alguien pueda circular por la ciudad tan campante, como si no se diera cuenta de que porta con orgullo tremenda ornamenta. Y eso pensando en que no sea un bonito retoque que le haya puesto el o la cónyuge, rematado claro con la borla roja en el frente que pretende ser una nariz.

De verdad que me duele ver cualquier automóvil (porque esto de la caracterización de Rodolfo no distingue cilindraje, chasis, modelo, ni valor comercial) con ese alarde de mal gusto. Me imagino la humillación que sienten los pobres, incluso he pensado que si incrementan los incidentes viales en estas fechas no es debido a las posadas ni al ponche, es porque ellos mismos prefieren impactarse contra lo que sea que enfrentar la risa de sus congéneres por el disfraz.

Luego están aquellos que creen que su casa es museo, tienda departamental o mosaico churrigueresco. Atascan desde la banqueta hasta el baño de motivos navideños. Bueno, seguramente alguna vez han vivido esa terrible experiencia de entrar al toilette y toparse con una tapa de Santa Claus, ya de suyo incómoda, peor aún cuando la levantas y el regordete de las barbas aparece tapándose los ojitos. Perdón, pero eso termina con cualquier inspiración o necesidad.

Luego pasas a la sala y no sabes si lo que hay sobre la mesa de centro son dulces, adornos o piezas del nacimiento que va desde el jardín hasta la recámara principal. Y para acabar con la felicidad, te encuentras el árbol atascado de regalos al pie, eso sí que hace que nazca la ilusión (o la avaricia echándole el ojo al más grande). Después es aplastada cuando te enteras que son de utilería.

Ya ni hablar de las series navideñas musicales, que luego ponen en las oficinas como para aumentar la tasa de suicidios; las tarjetas con fotos familiares, todos ellos sentados sonrientes y sonrojados en torno al árbol o a la chimenea; los especiales televisivos atascados de melaza y pseudo buenos deseos; las bufandas y calcetines con motivos acordes con la temporada y los infaustos sweaters con foquitos. Eso sí que acaba con el espíritu navideño hasta de Kris Kringle.

Esto es como las lentejas. ¡Si exageras te hartas de ellas! Por favor no sean crueles y no le hagamos esto a la navidad.



PS Si escuchan a un amarguete por ahí decir que no existen Santa Claus y los Reyes Magos, no le hagan caso, es sólo su frustración porque no alcanzó su disfraz de reno para el rompe… quiero decir, para el coche!

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Pensión

Colegas microbuseros... amigos todos...
Hoy la inspiración no tomó taxi para venir a darme las llaves del micro y no pude arrancar. Pero prefiero ser honesto a empezar a escribir una babosada que ni a mí me guste.
Les debo esta corrida, les dejo abrazos.

martes, 2 de diciembre de 2008

Los estertores del año

Nunca he sido gran "fan" de la navidad. La he disfrutado pero sin ser una época que me cause algo especial interiormente.
Suelo relacionarla con una temporada para hacer examen de conciencia y sacar el saldo del año. Fuera de eso, me resulta, por decir lo menos, totalmente intravenosa.
En esta ruta que será corta porque hace frío y porque para iniciar diciembre ya llego cansado, prefiero adelantar el saldo del 2008.
Estuvo de la chingada.
Lo inicié emocionado e ilusionado, con un gran trabajo y una casa increíble. Hasta existía en mi iPod un ridículo playlist titulado Merry Little 2008, llena de canciones que me ponían de buenas.
En el transcurso del mismo, perdí un gran amigo, una casa, la relación más importante hasta hoy, me cambié de ciudad, me deprimí como nunca, lloré cual maría magdalena y me he lastimado la pierna suficientes veces como para poder considerar que quizás esta lesión muscular me haga dejar de correr... uno de esos pocos placeres que me quedaban tras tanto duelo y tristeza.
En fin. Ni la vida se acaba ni se detiene el mundo. Las cosas no son tampoco tan malas. mi trabajo lo disfruto totalmente y los amigos que he encontrado ahí han sido una gran ayuda, sumados a los de siempre, los incondicionales.
Estamos en proceso para estar mejor... poco a poco.
Por hoy, con la navidad aterrizando cual platillo invasor sobre tierras regiomontanas (lo cual hace como plaga biblica llenando de espiritu navideño gringo los corazones y jardines y casas y negocios de los regios) el saldo esá hecho.

Pinche 2008, ya llégale.
empezaste de poca madre... cual autopista recién inaugurada. perfecta, con destino a un lugar increíble.
pero la neta te volviste loco y acabaste con todo lo que conocíamos tal y como lo conocíamos. como terracería que lleva a un camino cerrado.

del próximo año prefiero ni hablar...
mejor nos bajamos de la ruta antes de que comience a atropellar peatones y ciclistas por puro deporte.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Navidad… en aerosol…

Por si no fuera poco el acoso prenavideño que vivimos desde el 3 de noviembre, cuando en los anaqueles de las tiendas departamentales comparten las máscaras de monstruos con el regordete venido desde el polo norte, ahora podemos tener la navidad en aerosol.
Yo nunca he entendido por qué la navidad empieza desde un mes antes, tal vez para ir poco a poco comprando los adornos para la casa, o para el carro, por qué no, con todo y cuernitos y nariz roja al frente, pero es agotador.
Cada año son más los menesteres inútiles, los adornos que terminan en la basura porque por su bajo precio no aguantaron dos meses colgados en las puertas de las casas (o un año entero como las series musicales de mi vecino).
Ahora también por si el ambiente no es lo suficientemente navideño, puede conseguirlo en el super, si en un envase con difusor que dejará en el aire el aroma a castañas horneadas, a cedro… dice el comercial, aroma navideño, pero ¿a qué huele la navidad?, para mi a ponche, a fogata de esa que te hace llorar los ojos, y de eso no hay así que no compraré, pues no se ni a que huelen las castañas horneadas.
….Hoy me di cuenta de que es nefasta la navidad, más bien toda su comercialización y la duración, como que cada año empieza antes, Santa va ganando terreno y eso no está chido, que espere su turno.
Creo que lo único que me gusta de esto son los ponches con piquete jaja, los colores y los regalos… y eso que a mi la navidad me gusta… pero hoy no se por qué estoy enojada y ya me salió el grinch que todos tenemos dentro (sin albur).

Súbale, ya sabe que de seguro llega a algún lugar.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Volante


Tema: Primer trabajo

Creo --porque a esta edad la memoria suele omitir recuerdos-- que mi primer trabajo fue en el Club de Golf México. Vaya, la primera vez que me pagaron por hacer algo, y que no fue mi familia.

Tenía que poner actividades al grupo de niños inarticulados que no salieron de vacaciones (aún no sé porqué los hijos de pudientes son tan brutos para las actividades físicas). Yo, más que un trabajo, lo veía como la oportunidad de tener dinero para invitar al cine a aquella niña de la prepa.

Cuando terminaron las vacaciones ya me había acostumbrado a tener más dinero en la cartera que el que me regalaba mi padre (no’mas por ser su cachorro) y sabía que tenía que conseguir, ahora sí, un trabajo de verdad.

Pensé en dar horas de entrenamiento en el beis, en pintar cuadros y venderlos y hasta en ser cobrador de ‘micro’ (¿así o más irónico?).

Finalmente encontré una tarea que sólo me ocuparía unas horas por la tarde, repartir publicidad de ANV San Jerónimo, es decir, cerca de la casa.

Estaban de moda esas bolsitas para la basura en los autos y se les ocurrió imprimir en esas bolsas la publicidad de la Acuática. Y ahí estaba el McCoy, caminando por las calles cercanas metiendo las bolsitas al buzón. Al tercer día todas las casas de la zona tenían bolsitas, necesitaba una nueva estrategia.

Y fue cuando pensé en el cruce de SanJe y Periférico. En cada alto veía a todos mis vecinos que, al recibir las bolsas, me intentaban dar monedas. Pensaba “cualquiera de estos conoce a Nelson y le van a decir que recibo lana por sus bolsas y me va a correr”, así que las rechazaba con el discurso moralista y ético de: “No señor, gracias, es mi trabajo”.

Todo iba de maravilla hasta que pasaban por el cruce Nelson hijo, Fernando y mi hermano, bajaban el vidrio del auto estirando la mano, y cuando estaba a punto de darles la bolsa, aceleraban; daban vueltas en “U” en la Glorieta o cualquier cosa que me hiciera correr.

No sé cuantas veces me secuestraban para ir por pizza y me quitaban los fajos de bolsas, para decirme “hoy ya acabaste, ve con Willy (el gerente de SanJe) para que te de tu cheque”.

Después vinieron las redacciones, las agencias, los foros y finalmente las llaves del micro, sin embargo, cada que me toca la ruta que pasa por ese semáforo, estiro el brazo y recibo los volantes (flyers, publicidad)… total, el pasaje puede esperar a que le cobre.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Ahí donde todo empezó

Apenas me senté al volante me di cuenta de lo difícil que era recordarlo. Mi primer trabajo ¿remunerado o no remunerado? ¿Relacionado con mi profesión o cualquier cosa?

El primer trabajo, trabajo que recuerdo, donde tenía responsabilidades e ingresos fue, sobre todo divertido y pensándolo fríamente creo que si me dejó algún aprendizaje. Se trataba de un curso de verano, donde iba yo a pasar mis días de vacaciones persiguiendo moconetes, organizándoles actividades lúdico-formativas, que en general incluían lodo, piedras, tierra, animales y comida.

En realidad la parte menos grata eran algunos escuincles consentidos con los que no había forma de razonar. Ahora que lo pienso no escarmenté… y aunque no es igual, mis días hoy transcurren de una manera no tan distinta.

Después los cursos de verano evolucionaron en campamentos. Seguía yo invirtiendo mis días y semanas libres en organizarles la diversión a otros. Ah! Y si creen que el sueldo era como para ser unos jóvenes millonarios… obvio no.

¿Saben que es lo peor? A veces lo extraño. Extraño la convivencia con un grupo de locos dispuestos a cargarse la responsabilidad de 50 niños, durante una semana, fuera de la ciudad. Extraño las carcajadas, el perder el sentido del ridículo, aprender a sobrevivir haciendo una fogata y una tienda de campaña (aunque teníamos una casa con cocina y baños a sólo 100 metros). Extraño ver cómo cambian los niños en unos cuantos días, las cartas con caritas felices mal dibujadas que llevaban todo el sentimiento de un pequeñajo que no sabía ni escribir. Sobre todo extraño las llamadas de los papás unos días después diciendo que sus hijos seguían durmiendo en el sleeping bag, usando la mascada que los identificaba como parte de un equipo o que no había forma de quitarles la playera del campamento que ya estaba hecha una desgracia. Eso nos hacía pensar que habíamos tocado la vida de alguien y algo habíamos sembrado.

Por cierto, hace unos meses me contactó por una red social uno de esos niños que me llevaba de campamento. Tantos años después y conserva el lazo que en aquel entonces se creó. Eso, me convence de que mi primer trabajo, que sonaba a hobbie, valió la pena.

Luego la vida se puso seria. Vino la universidad y la hora de decidir para donde iba a ir el futuro. El momento de sentir que uno tiene que empezar a hacerse una trayectoria para llegar a ser alguien. Eso o nada más la absurda idea de “ya soy grande y me tengo que comportar como tal”.
No sé si por accidente, casualidad o treta del destino me invitaron a trabajar temporalmente en una estación de radio: Ondas del Lago (vaya un reconocimiento especial a quien la haya escuchado alguna vez).

La estación apenas nacía, tenia cosa de un mes al aire, así que había que picar piedra y aprender. No sé si porque en efecto apantallé a los jefes o porque urgía gente que le entrara al quite sin pedir mucho a cambio, pero después de dos semanas me ofrecieron quedarme de planta. Los primeros dos meses sin ganar un centavo, después me empezaron a pagar la grandiosa cantidad de $700 mensuales (para que se den una idea estamos hablando de principios de 1996). ¿Para que me servía ese sueldo? Para sentir que mi trabajo era de verdad.

¿Cuál era mi puesto en la estación? Mmmm en realidad quién sabe, si alguien me buscaba preguntaban por “el angelito”… ese era mi nombramiento.

¿Cuáles eran mis funciones? Redactora, reportera, asistente de producción, productora, colaboradora, musicalizadora, mascota y bufón. No, no es que fuera yo muy acá… es que éramos muy pocos y teníamos que hacerle a todo.

En pocas semanas me di mi primer encontronazo con el mundo real. Ya no era historia de aventuras donde la valiente universitaria recorría la ciudad para cambiar de papel y convertirse en una profesional. Más bien era la escuincla, con ganas de comerse el mundo, víctima ideal para un jefe medio inútil, bastante flojo y gandalla, de esos que todos hemos tenido alguno en la vida, o dos o tres o más.

Ahora que lo pienso, esa fue otra de las razones por las que me convertí en la todóloga, todo lo que él no quería, no podía o no se le antojaba hacer me lo endilgaba a mí. Ahora pregúntense quien se llevaba el crédito… si, esa respuesta es correcta.

Cabe señalar aquí que nunca he sido de los que necesitan aplausos ni reflectores (imagínense que hoy me dedico a las RP) pero a nadie le viene mal una palmadita de vez en cuando ¿no?

Total, mi navegación en las Ondas del Lago duró poco más de año y medio, cuando me di cuenta de que trabajar era algo que iba a hacer tooooooda la vida y que se me estaban yendo los más divertidos años de universidad sin disfrutarlos como se debe.

Después de eso han venido muchos trabajos, de muchos tipos. He logrado ir de lo sublime a lo ridículo. Por ejemplo estar el mismo día en el Bordo de Xochiaca y luego en el corporativo de Vitro. O cenar un día en el Rockefeller Center en Nueva York y la semana siguiente recorrer una mina de hierro. Osea aburrirme, es lo único que no hago.

¿Qué conservo hoy de esa primera chamba? Excelentes recuerdos y muy buenos amigos. Tanto que mi siguiente trabajo llegó por ellos, desencadenando una serie de acontecimientos que acabaron en matrimonio, en el cual fungió como testigo la mandamás de Ondas del Lago, pero eso como quién dice, es otra historia.

Y como ya mero me pierdo, mejor le paramos aquí y nos concentramos en la ruta.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Lindo, lindo, trabajito...

Vi la hora maldije y me retiré de la cama en segundos… En el espejo alcancé a ver que llevaba eso que conocemos como un gallo. Puse saliva en tres dedos y lo peiné hacia atrás. Luego me puse unos jeans tomé las llaves y fui abotonándome la camisa blanca de manga corta y con manchas de mostaza de la torta de pierna de la semana pasada, y tratando de hacer el nudo de la corbata negra mientras corría.

Pero aquí estoy por fin.

Pasa y siéntate…tranquilízate…al fin yastás aquí qué más te da. Imagínate, que no soy yo…que soy el otro hombre que’sperabas ver: un desconocido que te’a escrito un verso y te’nvio a la luna en un trozo… de papel…


Ya estoy aquí en esta unidá que compartimos y este día me toca a mí y voy tarde. No sé si alcance a sacar la tarifa. Pero lo intentaré. Mientras ofrezco, colegas ruteros, una disculpa por el retraso… me quedé dormido. Soñaba que tenía un trabajo donde me hacían trabajar mucho y no me daba ni tiempo para sentarme a recolectar pasajeras-letras pasajeras-líneas y pasajeras-palabras como las que suben a diario: feas gordas altas delgadas guapas enanas perfumadas sucias pobres, y todo para hablar sobre nuestro tema en conjunto... Y creo que el sueño tuvo algo de cierto porque apenas llego aquí a la Unidá pero siento como si hubiera trabajado todo el día. Pero no chillo no chillo. Nomás tomo el volante. Suban, suban… eh? Qué cuánto es? A ver, anciana, a dónde va??

Desnúdate’ahora y’apaga la luz un instante. Y hazme el amor como lo haces con esos amantes…te juro que’oy es la última vez que te burlas de mi, que m’ engañas. Y fueron mis manos las que te escribieron la carta, han sido mis celos los que te pusieron la trampaaa. Es mi corazón el que llora de penaa por dentro, pero te dejo y me marcho para siempre…

Primer trabajo
El primer trabajo, el verdadero primer trabajo, es el de las amas de casa. No lo digo yo sino Juan José Millás que dice que ni los capitalistas que aseguran que el dinero mueve todo, ni los freudianos que ven al sexo como el motor de todo, mueven tanto el mundo como las amas de casa: ‘sin el trabajo de las amas de casa el mundo se acabaría; aunque su esfuerzo doméstico no figura en asientos contables ni el PIB’. Yo entiendo esto porque cuando mi madre, en teoría, descansaba, trabajaba entonces de ama de casa y nunca supe cómo hacía. O cuándo descansaba.

En cuanto a la palabra, la RAE dice que ‘trabajo’ es una ocupación retribuida. Pero asocia el término con sinónimos como dificultad, impedimento, perjuicio, penalidad… así hasta que llega a sinónimos a los que tenemos más miedo, como: tormento o suceso infeliz. Entonces lo que yo entiendo es que la palabra trabajo es una ocupación bipolar que da pero quita, algo que hay qué tener cerca y tenerle precaución, por aquello de los tormentos o sucesos infelices.

Entonces imagino a la palabra como a esos perritos que parecen lindos y que pueden no serlo. A veces te acercas y dices ‘ah qué lindo trabajo, mira, mira, tiene la oficina de un color y los jardines de otro; mira cómo sube las prestaciones…’, y estiras tu mano en son de paz pero el director, o todo el departamento, terminan por soltarte una mordida que te deja cicatriz cuando no te arranca un brazo o una pierna. Y tu sales huyendo con tu currículum enrollado en la mano, como única defensa que te queda.

Por otro lado, siempre asocié a la palabra 'trabajo' con mis padres. Hasta hace algunos años los nombres de mis padres debían ir en el mismo enunciado que esa palabra. El término con sus bipolaridades y todo; mis padres con sus sacrificios y todo.

Ahora agradecido por todo eso, trato de aplicar las palabras del padre sabio de un amigo que dice que ‘hay qué trabajar duro de joven para, de más joven, no hacer nada’. Sólo agregaría que el trabajo, si es posible, deberíamos mantenerlo siempre como el primer cachorrito boxer que tuvimos. Si bien no podemos evitar que crezca, sí podemos educarlo bien para que no llegue a morder brazos, piernas o cabezas. Alguna vez fui reportero y ustedes saben que es de esos trabajos que lo comen todo: a mí me mordió el tiempo varias veces para acabar engulléndose desde reuniones familiares los domingos, hasta novias. A la fecha a veces lo reclaman.

Rolita pal viaje; el costo va incluido en la tarifa...


martes, 25 de noviembre de 2008

La insoportable levedad de la entrevista de trabajo

Como suele suceder con las rutas de microbus, ante el mínimo embotellamiento o bloqueo urbano, tomemos un atajo. Metámonos en calles paralelas, pasémonos un alto, media cuadra en sentido contrario y listo… librado el asunto.

En este caso, no le entraré de lleno a la avenida de Los Primeros Trabajos (a pesar de que tengo una larga lista de primeras veces según la variada lista de oficios que he desempeñado: de mesero a instructor de buceo).

Cambio de carril… sentido contrario por carril para trolebús en contrasentido.


Aunque resulte poco creíble, la verdad es que hasta hoy mantengo un récord perfecto en lo que se refiere a entrevistas de trabajo: todas a las que he ido han resultado en ofertas de trabajo. Pero no siempre las entrevistas resultaban algo que yo quisiera hacer.

Y ese es mi atajo. Olvídense un rato de su primer trabajo y recuerden no sólo su primera, sino alguna entrevista de trabajo a las que uno puede enfrentarse en este Viacrucis Laboral Post Moderno.

En lo personal me ha tocado de todo. La primera vez que mi actual jefa (esta es la tercera vez que lo es) me entrevistó para posteriormente darme mi primer trabajo como periodista, yo no pude haber pedido algo mejor como proceso de selección que el haber sido entrevistado por ella.

No sólo fue alivianada y atenta, fue darme cuenta que era sólo un par de años mayor que yo y eso facilitaba la empatía y el diálogo, interesada en lo que uno podía decir y dispuesta a hacerte sentir tranquilo y nada nervioso. Y además, es una mujer muy guapa. Entrevistarme con ella me llevó a mi primer trabajo post universitario. Ahí nomás.

Semáforo en rojo… vuelta a la derecha en sentido contrario. Subirse a la banqueta.

Alguna vez, en Xalapa, por azares del destino fui a una entrevista para algo que tenía que ver con no-recuerdo-qué de mercadotecnia.

Al llegar, esperando una cita personal, me encontré rodeado de no menos de 10 personas citadas para la misma hora y por lo visto para el mismo puesto.

Nos pasaron a un salón, con sillas con paleta que no veía desde que estaba en la preparatoria, y nos pidieron esperar.

Pocos minutos después pasaron a repartir unas hojas. Todo indicaba que se trataría de una suerte de examen o algo así.

Entró en el cuarto un tipo y como si nada comenzó a hablarnos de las enormes ventajas de saber hablar inglés, de lo atractivo del programa que ellos habían diseñado para una escuela de idiomas en la ciudad y de lo sencillo que era en estos tiempos hacer notar a alguien la relevancia de aprender el idioma de Shakespeare y hacerlos inscribirse en un curso.

En esos instantes uno no sabe si todo es una broma o no. En verdad yo recordaba que la información de la entrevista y el domicilio coincidían con un puesto en marketing-publicidad y que estaba en el edificio correcto, respectivamente.

Nada de escuelas de idiomas, ni ventas de programas y cursos. ¿Qué chingados hacía yo ahí?

Lo mejor en estos casos es la reacción propia. Levantarse e irse, fingir demencia, continuar con el estúpido teatro y tratar de quedarse con el empleo, fingir una llamada telefónica. Las posibilidades son infinitas.

Yo opté por la menos graciosa. Preguntar por el baño, salir del salón, en el pasillo fingir una llamada al celular que te lleve a querer-salir-para-hablar-con-mejor-recepcion y una vez en la calle no dejar de caminar hasta estar lo suficientemente lejos.

No sé si alguna vez se salieron a la mitad de una entrevista de trabajo. Lo que les puedo asegurar es que se siente como cuando agarras una calle en sentido contrario. Entre lo peligroso y lo liberador.

Por eso ahora soy chofer de esta ruta.

lunes, 24 de noviembre de 2008

La primera, ¡fue la mejor!

A pesar de que dicen que la primera no es como todos los piensan, para mí si lo fue, con responsabilidad suficiente, mucha diversión y por qué no, también un poco de compromiso que de pronto era agobiante.
El primer trabajo por el que recibí una paga fue de niñera… La experiencia fue buena, me gustó, nada que ver con la que tengo ahora, no por lo del disfrute, sino por las diferencias entre una y otra.
Todo surgió tras el accidente de uno de mis primos pequeños; mis tíos eran investigadores que no podían modificar sus agendas para dar esos cuidados especiales a mi primín, asi que me plantearon la idea de cuidarlo…
“Tienes que recogerlo de la escuela y traerlo a la casa (= a caminar dos cuadras, es decir, empujar la silla de ruedas la misma distancia), darle de comer y acompañarlo toda la tarde, ayudarlo a hacer sus tareas y ya, te podemos pagar a la semana, algo así como 500 pesos, te animas?... Ni lo pensé, escuché la cantidad y acepté de inmediato y así fueron mis días, la comida siempre estaba lista, esperando a ser calentada, a veces, unos billetes sobre la mesa para pedir pizza o “la comida que se les antoje”. La tarea terminaba rapidísimo y después a jugar toda la tarde, por supuesto los mejores videojuegos que un hijo único pueda tener…
Hoy, con este recordatorio veo lo chido que fue mi primera chamba, con muchos libros para leer, muchos discos que escuchar (gracias a la vasta biblioteca y discografía de la casa) y una compañía que en todo momento se disfrutaba… Ahora las cosas son un poco distintas, me gusta mi trabajo, me encanta mi profesión, pero el lugar… bueno como todo hay cosas que ni qué, pero podría ser mejor, los libros se acabaron y las canciones son las mismas de todos los días (con recordatorios de madre incluidos)…
Creo que nunca cambiaría mi chamba, de reportera a niñera otra vez, o quizá si, si como en una comedia (jajaja o sea novela) el patrón estuviera dispuesto a dejar todo por irse con la chacha. jaja

¡Cuidado! Cafre al volante los lunes…
Pero súbale… que de seguro llega a algún lado…

sábado, 22 de noviembre de 2008

Chofi invitado - Transporte público

A merced

Texto y fotos: Beautiful Loser*

Soy una mujer dependiente del transporte público, como no tengo auto es la manera en la que me muevo, no me incomoda salvo cuando hay mucho tráfico o escucho historias de asaltos. Incluso he defendido mi condición de usuaria del transporte público porque puedes echarte el coyotito cotorrón y “reponedor” de las horas de sueño faltantes. Sin embargo, si hay algo que puede ponerme de malas, es lo abusivos que pueden llegar a ser los choferes de transporte público; lo de cafres, mal encarados e incluso tener pésimos gustos musicales pasa, pero NO ESTÁ CHIDO pasarse de lanza.

Los aumentos en la tarifa del transporte público son propicios para sacar a relucir lo “gandules” que pueden llegar a ser los “chofs”, pero generalmente es una situación que se normaliza al paso de los días y ¿a qué voy con todo esto?... pues bien, he aquí mi historia:

Hace ya más de dos meses que aumentó 1 peso la tarifa del transporte público en el Estado de México (que hasta dónde sé es de las tarifas más caras en toda la República) y sin embargo aún hay gente pasándose de viva. El viernes pasado, venía de la universidad y bajé (como siempre) en el cruce de Mario Colín y Gustavo Baz donde espero el camión que me deja más cerca de casa. Ese día me había quedado corta de dinero y afortunadamente un chavo se apiadó de mí y a cambio de mis moneditas me dio una monedota de 10 pesos.

Al cabo de unos minutos me subí a la unidad 294 del Derrotero Rosario-Cofradía. Pagué con la moneda de 10 pesos y anuncié mi destino, siempre sin excepciones me cobran 9 pesos, pero el chofer de dicha unidad me regresó solo 50 centavos, obviamente mi reacción fue indicarle que me faltaban cambio a lo que él tipo este me contestó que esa era la tarifa y que si quería podía cotejarla. Mayor fue mi sorpresa cuando vi que tabla tarifaria no estaba en un lugar visible de la unidad y además era una vil fotocopia, doblada por la mitad y que como aún tenía adhesivo la mica, era casi imposible leerla… ante semejantes condiciones le argumenté que si la tarifa había subido un peso y antes me cobraban 8, lo justo, legal y sobretodo lógico es que ahora fueran 9 pesos.

El chofer ya en un tono muy descortés me contestó que yo no sabía leer la tarifa, que si me cobraban eso era porque de seguro mentía al respecto del lugar dónde debía bajar y que además las tarifas había subido 1, 1.50 o 2 pesos según la distancia. Obviamente me quedé perpleja e indignada por el cinismo del conductor y para acabar con la disputa le sugerí que me devolviera el dinero completo y me yo me bajaba de la unidad, total solo habíamos avanzado dos semáforos, sin embargo, el muy ¡”$%&/ me respondió que si me bajaba en ese momento me regresaba lo equivalente al cambio de un pasaje mínimo. Como yo no traía más dinero no tuve más que tragarme mi coraje y aceptar que me cobrara 9.50.

Usted querido lector, pensará: “¿por qué tanto drama?... total sólo fueron 50 centavos”; pero no se trata de la cantidad, se trata de pagar lo justo y exigir lo justo. De una crisis de valores y de poner en evidencia que esto sólo es la punta del iceberg de una problemática general en varios aspectos, incluso más allá del abuso del pasaje también es una especie de competencia desleal. Desgraciadamente estamos a merced de los prestadores de servicios, del gobierno, de las dependencias, de los trámites, de una mala red de transporte público y de una larga e interminable lista.

*Beautiful Loser es operadora invitada en esta primera semana. Es famosa en el mundo del twitter y del podcasteo y prepara dos proyectos en línea para 2009. Puedes seguirla AQUÍ.

viernes, 21 de noviembre de 2008

De base a base

Es viernes y hoy toca. Así sin más, como una ley no escrita, pero ley a fin de cuentas. Y para darle más valor, una Ley Natural, es decir, esas que no se pueden violar.

El Azar, el Destino, Alá, Roger Clemens, o como quieran llamarle, decidió que el viernes sea el encargado de operar este Microbus. No prometo que la ruta sea siempre la misma, es más no les prometo ser puntual, pues con este tráfico no se puede garantizar eso.

Lo que sí prometo, es publicar siempre lo que --de manera subjetiva-- creo que pueda tener uno o dos pares de ojos que atiendan hasta el final.

Sean bienvenidos a este primer viernes de ‘la micro’, y a este ejercicio de goce y placer. Favor de recorrerse al fondo, que hay lugares.

Tema: Trasporte Público

Sonó el timbre y se levantó para abrir. Era ella, con un ramo de rosas y esa hermosa sonrisa. Habían pasado un par de meses desde que había decidido irse de casa.

Jamás recibió la dirección de su nuevo departamento, un correo electrónico o una llamada que le dijera que estaba bien, si necesitaba algo o si le devolvería aquella sudadera que usaba como pijama.

Supo, por amigos en común, que tenía un amante y que parecía feliz a su lado.

-- ¿Qué quieres?, le preguntó de golpe, reflejando que aún estaba herido.

-- Que me perdones, dijo ella mientras salía la primera lágrima.

Se quedó callado y la invitó a pasar. Durante muchas semanas pensó que un día eso pasaría, que ella regresaría y le diría lo arrepentida que estaba... que había sido una estúpida al haberlo dejado... que lo amaba y que jamás podría estar lejos de él.

Escuchó una a una esas frases y más. A pesar de que sabía que eso se podría repetir una y otra vez, confió en ella, escuchó cómo le pedía que vivieran juntos, que formarán una familia, que él escogiera el nombre de los niños. Se besaban una y otra vez y terminaron sin ropa, fornicando en la sala.

De pronto sintió una mano en el hombro derecho que le sacudía fuertemente.

-- Joven, joven… ¡ya llegamos!

jueves, 20 de noviembre de 2008

¿cómo me voy?

Salgo a la calle y me toma un par de minutos decidir si tomar un taxi o caminar hasta la más próxima estación del metro que está apenas a una cuadra. Aunque pensándolo bien, en el subterráneo se pierde uno todo el paisaje. Pero en un taxi... la realidad es que tampoco alcanzas a convivir con la gente y entender cómo viven.

Decido entonces caminar, por qué no, al fin si aprieta demasiado el frío puedo tomar un autobús, de esos que puntualmente pasan por los sitios debidamente marcados.

Claro, no hace falta mucho para darse cuenta de que no me encuentro precisamente en la Ciudad de México.

Creo que nunca he rentado un coche cuando viajo. Soy demasiado norteada como para atreverme a manejar en una ciudad que no conozco y al ponerlo en una balanza, disfruto el contacto con la gente que vive en cada lugar, con sus movimientos cotidianos y sus costumbres.

Luego vuelvo a casa y doy un cambio radical. Me apodero de inmediato de mi propio bólido y no le presto las llaves más que a un valet parking cuando no tengo más remedio. Trato de pensar cuándo fue la última vez que utilicé el transporte público en México y no logro recordarlo. Fue hace muchos, muchos años y lo hicimos más en plan de aventura que como una opción seria de traslado ágil y seguro.

Claro que disfruto manejar y no me quejo de tener que hacerlo, soy una de esas pocas personas que pueden pensar en relajarse detrás de un volante, aunque confieso que cuando el tráfico es estático y el pie apenas se mueve para llevar el ritmo de la música y no para acelerar, me gustaría no tener que hacerlo.

Sin embargo, me enfrento a vivir en una de las ciudades menos amigables y con peor transporte público del mundo (bueno, al menos del poco mundo que alcanzo a conocer).

Vivo a escasos 100 metros de una estación del metro. Claro que podría tomarlo todos los días, sólo que no llegaría a ningún lado. Si trato de hacer ese traslado a mi oficina tendría después que tomar dos camiones, un taxi o caminar cerca de 5 kilómetros. Pero podría irme en un reconocido “pesero”. Si, y vivir la emocionante experiencia de apostarte la vida en cada traslado. O, ¡en un taxi! Y trabajar sólo para pagar mis recorridos.

¡Perdón! Estoy siendo terriblemente ingrata. Ahora tenemos el Metrobus, aunque tengo que confesar que nunca me he subido, reconozco que nos facilitó mucho la vida a quienes transitamos en la comodidad de nuestro propio automóvil por Insurgentes. Claro que ahora resulta que fue tan buena idea que quieren hacer uno en cualquier avenida que exista, lo cual nos está costando lágrimas de sangre mientras la obra está en proceso (si no me creen traten de tomar Xola).

Si alguien sabe cuántos autos particulares circulan diariamente en la Ciudad de México, con un solo pasajero a bordo, que me avise (soy rete mala para la estadística) pero así, a ojo de buen cubero, les digo que son UN MONTÓN. Y luego que por qué dos horas para recorrer 10 kilómetros. Y si alguien tiene una idea de cómo hacer el transporte público eficiente que se la mande al Jefe de Gobierno, con copia a alguien capaz de ponerla a operar.

Mientras, heme aquí en el único colectivo medianamente respetable y respetuoso de las normas de urbanidad.

¡Súbale!

PS A nombre de los operadores de este colectivo levanto la voz para mandar una rechifla al chafierete de los viernes que anda de festejo, 'ora si ya tiene edad para manejar

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Los choferes y su metafísica...

¿Se han subido a un micro pensando en lo que hicieron toda la semana, pero apenas se bajan 40 minutos después? ¿cómo es que cabe el tiempo de una semana en 40 minutos? El transporte público, en tal caso, sirve para alargar el tiempo; para hacerlo como chicle sin que el chofer operador o microbusero sin educación sean salvadores dalíes.

Y eso está chido.

Pero en el transporte público también viajamos con la realidad. Y la realidad en Quillolandia son las estadísticas y cifras. Acá llega a ser común despertar con las notas de que ya no son 43 sino 54 las víctimas atropelladas en lo que va del año, cortesía de la línea de transporte de autobuses que gira en la ciudad. A casi 10 meses aquí, he sabido de la muerte de un niño, un joven, una artista y el más reciente un anciano. Aquí los verdaderos Killers no son esa banda de Las Vegas que canta canyurridmaymaaaainddd sino los choferes de buses. Y el gobierno tapatío que de entrada ya sabemos que es mocho, persignado y doblemoralista y ya por eso lo reprobamos, no hace nada al respecto. Al contrario, este año subieron la tarifa, lo cual hace que los choferes sean entonces asesinos a sueldo contratados para lastimar a la población tapatía.

A diferencia de lo que leo en el ilustre post anterior sobre Monterrey, esta ciudad es en algunos cuadros más amigable para la alternativa de la bicicleta. Pero funciona de manera ñoña, la verdad: como no existe una cultura de respeto a los ciclistas, la banda cleta (que claro, también puede ser bicicleta pero eso no nos importa), organiza recorridos nocturnos para atravesar la ciudad y con cuadrillas van cerrando calles y organizando el tráfico para deslizarse sin peligro. Si se cae uno, por ejemplo, las asistencias llegan inmediatamente como partido América vs. Chivas donde apenas se rozan los jugadores y caen actuando toda una coreografía, haciendo todo un drama, como si en realidad tuvieran fractura de tibia y peroné. Acá la más ligera raspadura de rodilla es un suceso escandaloso también.

Personalmente considero a la bicicleta en mi Top 5 de los inventos más importantes del último siglo, quizá hasta ocupe el primer lugar. Pero aquí, esos recorridos dan la impresión de ser como salir de ñoño a pasear con un ñoño-puñado de ñoño-boy scouts, como con un ñoño-puñado de ñoña-gente que se escapó de un ñoño-comercial ñoño-buenaondita de ñoño-refresco de cola que pasea con ñoño-sonrisas en la ñoño-cara. Y la bicicleta es un transporte individual: nada mejor que clavarse unos audífonos y pedalear y alejarse de todo. Solo.

¿Se han subido a un micro pensando en lo que hicieron toda la semana pero apenas se bajan 40 minutos después? El transporte público, si vas montado, siempre dará relojes derretidos. Pero… ¿han visto a alguien atropellado por un killchofer? El transporte público cumple a veces esas funciones más metafísicas, como es llevar a sus pasajeros de la vida hacia la muerte gracias a cavernícolas-choferes-aquerontes, a los que los panistas han subido el sueldo. Esto ocurre en esta ciudad mientras las bicis comienzan a alejarse de los boy scouts y los comerciales de refresco de cola, para empezar a exigir su individualidad y por fin deslizarla, libremente, por las calles de noche o de día…

NOTA: Estimado usuario, a este micro de vez en cuando se subirán, probablemente, payasitos que cuenten chistes malos; gente recién salida de la cárcel que se dirige a su pueblo que está bien lejos y pida dinero para el pasaje; niños de la calle que asalten sicológicamente con un ‘prefiero pedir que robar’; o niñas guapas al asiento de a lado (además de nuestras dos operadoras, claro)… aún así, suba usted: sí somos cafres con las letras pero… ¿y qué? suba y recuerde que esta unidad es suya, deje todo como le gustaría encontrarlo (aunque este sea anuncio colgado en los baños), haga dos filas en el pasillo, vaya recorriéndose… y baje por la parte de atrás.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Martes de peatones...

No gastaré mucho de su tiempo, ni demasiadas de estas líneas hablando de quién soy, de dónde vengo o a dónde voy.

Que baste decir que soy un exiliado. Un exiliado de muchas partes que ha vivido en varias otras y que por el momento se encuentra en Monterrey, capital neoleonesa también conocida como Regiolandia.


Me subo a este esfuerzo lúdico-pseudo-filosófico-pero-harto-psicotrópico de escribir entre varios un blog con la única intención de intercambiar visiones, opiniones y argumentos sobre todo y nada en particular: esta semana, el asunto del transporte público.

Me tocó encargarme del martes, ese extraño día en el que el fin de semana está lejano, ya sea viendo hacia el futuro o en retrospectiva.

Ahí perdonarán ustedes lo que pueda resultar entonces en nuestra ruta de cada martes, esperemos no encontrarnos tantas marchas, mercados sobre ruedas, bloqueos, accidentes, construcciones, retenes anti-alcohol y desviaciones.


Pero entrando en materia, ¿qué puedo decir sobre el asunto del transporte público estando en esta singular ciudad? Dos cosas.


- Para nadie resultará sorprendente saber que el de Monterrey es uno de los servicios de transporte más caros del país. Desde los 4 pesos de su boleto de metro hasta los 8 de cualquier camión intermunicipal con aire acondicionado. Cuando se piensa en ciudades caras para vivir, Monterrey puede levantar la mano como serie candidata a la hora de considerar el gasto en transportación, si no se tiene vehículo propio… lo que me lleva al punto número…


- ¿¡Quién carajos diseñó esta ciudad?!

Perdonen la expresión, pero es que no es para menos.

He vivido en toda clase de ciudades, desde grandes capitales hasta pueblitos metidos en pequeñas islas, y en todo el abanico de posibilidades visitadas y habitadas en mis __ años, no había estado en una con tan poca consideración para el transeúnte o el ciclista.


Me queda claro que la importancia de tener carro puede ser directamente proporcional a su necesidad como artículo de uso/explotación/beneficio social, y Monterrey para eso se pinta solo, pero vamos, que no dejar espacio u opciones para que la gente se traslade caminando o poder tomar una bicicleta, es ya una exageración.

Y en verdad no exagero. Monterrey no puede ser caminado ni andado en bicicleta. No está hecho para ello. Las avenidas no tienen banquetas, ni hay espacio para las bicicletas, Pasar a San Pedro desde Monterrey es casi imposible si no se hace en algún vehículo.


Mucho puente, mucho túnel, mucho distribuidor vial pero poca acera. Caminar, aquí, ni siquiera es una posibilidad.


Imaginen que están en cualquiera de esas rarezas urbanas que son las ciudades de Estados Unidos, donde hasta para ir a la tiendita (llámese Oxxo, 7Eleven o como quieran) hay que usar el auto y donde lo menos usual es caminar de un lugar a otro (exceptuando NY)… pero imagínenlo de este lado de la frontera.

Para mí, eso es parte de un concepto urbano integral de transporte público: el impulso a alternativas. Las rutas de Monterrey están bien organizadas y corren eficientemente, pero me parece que no es posible sentirse del todo a gusto en un espacio donde no puedes disfrutar la opción de caminar a donde vayas o de un día dejar el auto y subirte a la bicicleta.


Quizás desvié el tema, pero francamente no me importa demasiado… extraño caminar o trasladarme en bicicleta. Esa es la verdad.


¡Súuubbbaaaleee, los martes es a favor de los peatones y los ciclistas en este micro! ¿Quién dice Yo?