Un jefe debe tener mayores conocimientos que sus subordinados, ser un líder y -en términos prácticos y directos- ser el mejor de los de la oficina.
He tenido jefes que me han hecho llegar a la cima de mis diferentes actividades, y es a ellos a los que les agradezco lo que soy. Aún en la universidad, ya era ‘zapeado’ e instruido por el gordo Rivapalacio, MAO y Toño, quienes me iniciaron en el oficio más hermoso del mundo.
Luego de estar con auténticas vacas sagradas del periodismo, llegué a una empresa donde la única valía de mis jefes era que, como no sabían un carajo de lo que yo hacía, me dejaban en paz y en total libertad.
Fue en ese momento cuando me empecé a cuestionar sobre su valor como jefes. No tolero que mi jefe sepa menos que yo. Es absurdo, es ridículo, es estúpido.
Y ese fue el inicio de una serie de jefes que simplemente no llenaban lo que se necesita para esa encomienda. Desde el que, en plenos Juegos Olímpicos y luego de que nos avisaran que no tendríamos los derechos de transmisión, me pidió que le hiciera una lista por adelantado con los 20 reportajes/entrevistas que haría en los siguientes 20 días, hasta la que me preguntó que por qué era necesario un calendario de planeación en un lanzamiento de producto, en una agencia de publicidad.
Y es que en nuestro país no importa si eres el que más sabes, sino el ser amigo de los de arriba. Así encontramos a una editora de espectáculos que es diseñadora y pregunta que si las bandas Caifanes y Jaguares se iban a unir para una tocada de aniversario; un jefe de deportes que pregunta que si Cy Young era pitcher (el trofeo al mejor pitcher en Grandes Ligas casualmente se llama Cy Young, como dato informativo), un dueño de canal deportivo que pregunta que si es muy importante que Schumacher haya ganado siete títulos mundiales y… bueno, la lista luce interminable.
Hoy rescato lo bueno de mis jefes, y siempre que lo he sido me he preocupado por algo muy sencillo: ser el que sabe más que los de la oficina. Una vez que consigues eso, vas de gane.
Ahora que, como en México cada vez hay menos vacas sagradas a las cuales aprenderles, llevo años siendo mi propio jefe. Si bien no dejo de aprender al seguir estudiando y leyendo a los mejores del mundo, mi beneficio es no escuchar preguntas estúpidas de quienes llegaron por azar al escritorio más grande de esa oficina.
Así, hoy me preocupo de juntar lo de la cuenta en cada corrida y de llevarlos a la base, sanos y salvos.
1 comentario:
Mis jefes, he tenido la fortuna de aprender de todos ellos, obvio he tenido el jefe que no sabe que pasa en el trabajo o el que cree saberlo todo...pero hasta de ellos he aprendido, ahora, al menos, se que no quiero ser como ellos...
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