Por muchísimas razones que no darían tiempo de explicar en una corrida en este Micro, creo en Dios. Y dentro de mis creencias, respeto la Navidad (ya después entro en peleas sobre si fue en diciembre o no, si fue en una cueva o en un pesebre y miles de cosas que para esta entrada son intrascendentes).
Así, Navidad es un festejo para mí. Me gusta cenar en familia y lo mejor: las ventas nocturnas. Es increíble poder comprar cosas buenas, que quiero y --a veces-- a mitad de precio.
Sin embargo no entiendo porqué comiencen con la pre-Navidad más de un mes antes, simplemente me parece absurdo. Son unos 60 días de este ambiente ñoño y agringado, con pretexto de una celebración religiosa de… ¡un día!
No sabía que odiaba esta temporada hasta que, en los primeros días de noviembre entré (por necesidad y no por gusto) a un Starbucks. Conecté mi compu con el mundo mundial y después de 10 minutos pensé que había viajado en el tiempo al 23 de diciembre.
Villancicos en las bocinas, símbolos de copos de nieve en las ventanas, adornos navideños y un estúpido Santa Claus con nariz de borracho pegado en la pared.
¡Por favor! Si Santa ni existe… así como los Reyes Magos… digo… todos aquí sabemos que son los papás, ¿no? En fin. No me gusta el ambiente que rodea esa fecha. Sé que se ha dicho mucho, que la mercadotecnia, que si el capitalismo, que si nosequé… eso a mí no me importa… pero si quisiera escuchar villancicos, ver figuras de Santa y traer un sweter con un gran árbol de navidad, me mudaría al gabacho. Finalmente allá hasta nieve tendría.
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