La notificación de que había sido demandado llegó de la nada. “Abandono de trabajo”, decía en la parte alta de hoja. No lo podía creer. Era la primera vez en la historia del país, que se daba algo así.
Debía haber un error. No había abandonado su trabajo nunca. Revisó las bitácoras, pues afirmaba ser quien más días de trabajo tenía, y así fue, sin embargo descubrió algo.
No por ser el que más había trabajado significaba que no había faltado. Ahí estaba el registro, con tinta roja: Una falta.
No por una falta me van a decir que abandoné mi trabajo, pensó.
Pero en efecto, por una falta, había sido demandado. Hay personas que faltan más, y nadie les dice nada. Sí, pero justifican su ausencia, la anuncian, piden permiso. Sus preguntas eran respondidas por él mismo.
Los nervios le golpearon, sintió preocupación, después vergüenza. Había fallado. Tomó la corbata del retrovisor, la anudó cuidando la simetría y fue directo al juzgado.
Luego de tres horas de explicar sus puntos, el veredicto: Culpable.
Su condena, poner más atención en su ruta y en su pasaje. Sonrió, esa no era una condena, sino un premio; seguía con trabajo, y justo el que le gustaba. Pero había más, tenía que hacer que las rutas salieran diario… algo tendría que hacer para lograrlo… afortunadamente, contaba con un gran chalán.
1 comentario:
vaya que eligieron un gran tema esta semana... y vaya que lo aprovecharon para una buena, justa y necesaria catarsis. Lo cierto es que pese al abandono —entendible del todo, por cierto— y a pesar de lo silencioso que a veces resulte el pasaje, aquí estamos algunos, pendientes de las bajadas y subidas, y listos pa' el recorrido de cada día.
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