viernes, 28 de noviembre de 2008

Volante


Tema: Primer trabajo

Creo --porque a esta edad la memoria suele omitir recuerdos-- que mi primer trabajo fue en el Club de Golf México. Vaya, la primera vez que me pagaron por hacer algo, y que no fue mi familia.

Tenía que poner actividades al grupo de niños inarticulados que no salieron de vacaciones (aún no sé porqué los hijos de pudientes son tan brutos para las actividades físicas). Yo, más que un trabajo, lo veía como la oportunidad de tener dinero para invitar al cine a aquella niña de la prepa.

Cuando terminaron las vacaciones ya me había acostumbrado a tener más dinero en la cartera que el que me regalaba mi padre (no’mas por ser su cachorro) y sabía que tenía que conseguir, ahora sí, un trabajo de verdad.

Pensé en dar horas de entrenamiento en el beis, en pintar cuadros y venderlos y hasta en ser cobrador de ‘micro’ (¿así o más irónico?).

Finalmente encontré una tarea que sólo me ocuparía unas horas por la tarde, repartir publicidad de ANV San Jerónimo, es decir, cerca de la casa.

Estaban de moda esas bolsitas para la basura en los autos y se les ocurrió imprimir en esas bolsas la publicidad de la Acuática. Y ahí estaba el McCoy, caminando por las calles cercanas metiendo las bolsitas al buzón. Al tercer día todas las casas de la zona tenían bolsitas, necesitaba una nueva estrategia.

Y fue cuando pensé en el cruce de SanJe y Periférico. En cada alto veía a todos mis vecinos que, al recibir las bolsas, me intentaban dar monedas. Pensaba “cualquiera de estos conoce a Nelson y le van a decir que recibo lana por sus bolsas y me va a correr”, así que las rechazaba con el discurso moralista y ético de: “No señor, gracias, es mi trabajo”.

Todo iba de maravilla hasta que pasaban por el cruce Nelson hijo, Fernando y mi hermano, bajaban el vidrio del auto estirando la mano, y cuando estaba a punto de darles la bolsa, aceleraban; daban vueltas en “U” en la Glorieta o cualquier cosa que me hiciera correr.

No sé cuantas veces me secuestraban para ir por pizza y me quitaban los fajos de bolsas, para decirme “hoy ya acabaste, ve con Willy (el gerente de SanJe) para que te de tu cheque”.

Después vinieron las redacciones, las agencias, los foros y finalmente las llaves del micro, sin embargo, cada que me toca la ruta que pasa por ese semáforo, estiro el brazo y recibo los volantes (flyers, publicidad)… total, el pasaje puede esperar a que le cobre.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Ahí donde todo empezó

Apenas me senté al volante me di cuenta de lo difícil que era recordarlo. Mi primer trabajo ¿remunerado o no remunerado? ¿Relacionado con mi profesión o cualquier cosa?

El primer trabajo, trabajo que recuerdo, donde tenía responsabilidades e ingresos fue, sobre todo divertido y pensándolo fríamente creo que si me dejó algún aprendizaje. Se trataba de un curso de verano, donde iba yo a pasar mis días de vacaciones persiguiendo moconetes, organizándoles actividades lúdico-formativas, que en general incluían lodo, piedras, tierra, animales y comida.

En realidad la parte menos grata eran algunos escuincles consentidos con los que no había forma de razonar. Ahora que lo pienso no escarmenté… y aunque no es igual, mis días hoy transcurren de una manera no tan distinta.

Después los cursos de verano evolucionaron en campamentos. Seguía yo invirtiendo mis días y semanas libres en organizarles la diversión a otros. Ah! Y si creen que el sueldo era como para ser unos jóvenes millonarios… obvio no.

¿Saben que es lo peor? A veces lo extraño. Extraño la convivencia con un grupo de locos dispuestos a cargarse la responsabilidad de 50 niños, durante una semana, fuera de la ciudad. Extraño las carcajadas, el perder el sentido del ridículo, aprender a sobrevivir haciendo una fogata y una tienda de campaña (aunque teníamos una casa con cocina y baños a sólo 100 metros). Extraño ver cómo cambian los niños en unos cuantos días, las cartas con caritas felices mal dibujadas que llevaban todo el sentimiento de un pequeñajo que no sabía ni escribir. Sobre todo extraño las llamadas de los papás unos días después diciendo que sus hijos seguían durmiendo en el sleeping bag, usando la mascada que los identificaba como parte de un equipo o que no había forma de quitarles la playera del campamento que ya estaba hecha una desgracia. Eso nos hacía pensar que habíamos tocado la vida de alguien y algo habíamos sembrado.

Por cierto, hace unos meses me contactó por una red social uno de esos niños que me llevaba de campamento. Tantos años después y conserva el lazo que en aquel entonces se creó. Eso, me convence de que mi primer trabajo, que sonaba a hobbie, valió la pena.

Luego la vida se puso seria. Vino la universidad y la hora de decidir para donde iba a ir el futuro. El momento de sentir que uno tiene que empezar a hacerse una trayectoria para llegar a ser alguien. Eso o nada más la absurda idea de “ya soy grande y me tengo que comportar como tal”.
No sé si por accidente, casualidad o treta del destino me invitaron a trabajar temporalmente en una estación de radio: Ondas del Lago (vaya un reconocimiento especial a quien la haya escuchado alguna vez).

La estación apenas nacía, tenia cosa de un mes al aire, así que había que picar piedra y aprender. No sé si porque en efecto apantallé a los jefes o porque urgía gente que le entrara al quite sin pedir mucho a cambio, pero después de dos semanas me ofrecieron quedarme de planta. Los primeros dos meses sin ganar un centavo, después me empezaron a pagar la grandiosa cantidad de $700 mensuales (para que se den una idea estamos hablando de principios de 1996). ¿Para que me servía ese sueldo? Para sentir que mi trabajo era de verdad.

¿Cuál era mi puesto en la estación? Mmmm en realidad quién sabe, si alguien me buscaba preguntaban por “el angelito”… ese era mi nombramiento.

¿Cuáles eran mis funciones? Redactora, reportera, asistente de producción, productora, colaboradora, musicalizadora, mascota y bufón. No, no es que fuera yo muy acá… es que éramos muy pocos y teníamos que hacerle a todo.

En pocas semanas me di mi primer encontronazo con el mundo real. Ya no era historia de aventuras donde la valiente universitaria recorría la ciudad para cambiar de papel y convertirse en una profesional. Más bien era la escuincla, con ganas de comerse el mundo, víctima ideal para un jefe medio inútil, bastante flojo y gandalla, de esos que todos hemos tenido alguno en la vida, o dos o tres o más.

Ahora que lo pienso, esa fue otra de las razones por las que me convertí en la todóloga, todo lo que él no quería, no podía o no se le antojaba hacer me lo endilgaba a mí. Ahora pregúntense quien se llevaba el crédito… si, esa respuesta es correcta.

Cabe señalar aquí que nunca he sido de los que necesitan aplausos ni reflectores (imagínense que hoy me dedico a las RP) pero a nadie le viene mal una palmadita de vez en cuando ¿no?

Total, mi navegación en las Ondas del Lago duró poco más de año y medio, cuando me di cuenta de que trabajar era algo que iba a hacer tooooooda la vida y que se me estaban yendo los más divertidos años de universidad sin disfrutarlos como se debe.

Después de eso han venido muchos trabajos, de muchos tipos. He logrado ir de lo sublime a lo ridículo. Por ejemplo estar el mismo día en el Bordo de Xochiaca y luego en el corporativo de Vitro. O cenar un día en el Rockefeller Center en Nueva York y la semana siguiente recorrer una mina de hierro. Osea aburrirme, es lo único que no hago.

¿Qué conservo hoy de esa primera chamba? Excelentes recuerdos y muy buenos amigos. Tanto que mi siguiente trabajo llegó por ellos, desencadenando una serie de acontecimientos que acabaron en matrimonio, en el cual fungió como testigo la mandamás de Ondas del Lago, pero eso como quién dice, es otra historia.

Y como ya mero me pierdo, mejor le paramos aquí y nos concentramos en la ruta.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Lindo, lindo, trabajito...

Vi la hora maldije y me retiré de la cama en segundos… En el espejo alcancé a ver que llevaba eso que conocemos como un gallo. Puse saliva en tres dedos y lo peiné hacia atrás. Luego me puse unos jeans tomé las llaves y fui abotonándome la camisa blanca de manga corta y con manchas de mostaza de la torta de pierna de la semana pasada, y tratando de hacer el nudo de la corbata negra mientras corría.

Pero aquí estoy por fin.

Pasa y siéntate…tranquilízate…al fin yastás aquí qué más te da. Imagínate, que no soy yo…que soy el otro hombre que’sperabas ver: un desconocido que te’a escrito un verso y te’nvio a la luna en un trozo… de papel…


Ya estoy aquí en esta unidá que compartimos y este día me toca a mí y voy tarde. No sé si alcance a sacar la tarifa. Pero lo intentaré. Mientras ofrezco, colegas ruteros, una disculpa por el retraso… me quedé dormido. Soñaba que tenía un trabajo donde me hacían trabajar mucho y no me daba ni tiempo para sentarme a recolectar pasajeras-letras pasajeras-líneas y pasajeras-palabras como las que suben a diario: feas gordas altas delgadas guapas enanas perfumadas sucias pobres, y todo para hablar sobre nuestro tema en conjunto... Y creo que el sueño tuvo algo de cierto porque apenas llego aquí a la Unidá pero siento como si hubiera trabajado todo el día. Pero no chillo no chillo. Nomás tomo el volante. Suban, suban… eh? Qué cuánto es? A ver, anciana, a dónde va??

Desnúdate’ahora y’apaga la luz un instante. Y hazme el amor como lo haces con esos amantes…te juro que’oy es la última vez que te burlas de mi, que m’ engañas. Y fueron mis manos las que te escribieron la carta, han sido mis celos los que te pusieron la trampaaa. Es mi corazón el que llora de penaa por dentro, pero te dejo y me marcho para siempre…

Primer trabajo
El primer trabajo, el verdadero primer trabajo, es el de las amas de casa. No lo digo yo sino Juan José Millás que dice que ni los capitalistas que aseguran que el dinero mueve todo, ni los freudianos que ven al sexo como el motor de todo, mueven tanto el mundo como las amas de casa: ‘sin el trabajo de las amas de casa el mundo se acabaría; aunque su esfuerzo doméstico no figura en asientos contables ni el PIB’. Yo entiendo esto porque cuando mi madre, en teoría, descansaba, trabajaba entonces de ama de casa y nunca supe cómo hacía. O cuándo descansaba.

En cuanto a la palabra, la RAE dice que ‘trabajo’ es una ocupación retribuida. Pero asocia el término con sinónimos como dificultad, impedimento, perjuicio, penalidad… así hasta que llega a sinónimos a los que tenemos más miedo, como: tormento o suceso infeliz. Entonces lo que yo entiendo es que la palabra trabajo es una ocupación bipolar que da pero quita, algo que hay qué tener cerca y tenerle precaución, por aquello de los tormentos o sucesos infelices.

Entonces imagino a la palabra como a esos perritos que parecen lindos y que pueden no serlo. A veces te acercas y dices ‘ah qué lindo trabajo, mira, mira, tiene la oficina de un color y los jardines de otro; mira cómo sube las prestaciones…’, y estiras tu mano en son de paz pero el director, o todo el departamento, terminan por soltarte una mordida que te deja cicatriz cuando no te arranca un brazo o una pierna. Y tu sales huyendo con tu currículum enrollado en la mano, como única defensa que te queda.

Por otro lado, siempre asocié a la palabra 'trabajo' con mis padres. Hasta hace algunos años los nombres de mis padres debían ir en el mismo enunciado que esa palabra. El término con sus bipolaridades y todo; mis padres con sus sacrificios y todo.

Ahora agradecido por todo eso, trato de aplicar las palabras del padre sabio de un amigo que dice que ‘hay qué trabajar duro de joven para, de más joven, no hacer nada’. Sólo agregaría que el trabajo, si es posible, deberíamos mantenerlo siempre como el primer cachorrito boxer que tuvimos. Si bien no podemos evitar que crezca, sí podemos educarlo bien para que no llegue a morder brazos, piernas o cabezas. Alguna vez fui reportero y ustedes saben que es de esos trabajos que lo comen todo: a mí me mordió el tiempo varias veces para acabar engulléndose desde reuniones familiares los domingos, hasta novias. A la fecha a veces lo reclaman.

Rolita pal viaje; el costo va incluido en la tarifa...


martes, 25 de noviembre de 2008

La insoportable levedad de la entrevista de trabajo

Como suele suceder con las rutas de microbus, ante el mínimo embotellamiento o bloqueo urbano, tomemos un atajo. Metámonos en calles paralelas, pasémonos un alto, media cuadra en sentido contrario y listo… librado el asunto.

En este caso, no le entraré de lleno a la avenida de Los Primeros Trabajos (a pesar de que tengo una larga lista de primeras veces según la variada lista de oficios que he desempeñado: de mesero a instructor de buceo).

Cambio de carril… sentido contrario por carril para trolebús en contrasentido.


Aunque resulte poco creíble, la verdad es que hasta hoy mantengo un récord perfecto en lo que se refiere a entrevistas de trabajo: todas a las que he ido han resultado en ofertas de trabajo. Pero no siempre las entrevistas resultaban algo que yo quisiera hacer.

Y ese es mi atajo. Olvídense un rato de su primer trabajo y recuerden no sólo su primera, sino alguna entrevista de trabajo a las que uno puede enfrentarse en este Viacrucis Laboral Post Moderno.

En lo personal me ha tocado de todo. La primera vez que mi actual jefa (esta es la tercera vez que lo es) me entrevistó para posteriormente darme mi primer trabajo como periodista, yo no pude haber pedido algo mejor como proceso de selección que el haber sido entrevistado por ella.

No sólo fue alivianada y atenta, fue darme cuenta que era sólo un par de años mayor que yo y eso facilitaba la empatía y el diálogo, interesada en lo que uno podía decir y dispuesta a hacerte sentir tranquilo y nada nervioso. Y además, es una mujer muy guapa. Entrevistarme con ella me llevó a mi primer trabajo post universitario. Ahí nomás.

Semáforo en rojo… vuelta a la derecha en sentido contrario. Subirse a la banqueta.

Alguna vez, en Xalapa, por azares del destino fui a una entrevista para algo que tenía que ver con no-recuerdo-qué de mercadotecnia.

Al llegar, esperando una cita personal, me encontré rodeado de no menos de 10 personas citadas para la misma hora y por lo visto para el mismo puesto.

Nos pasaron a un salón, con sillas con paleta que no veía desde que estaba en la preparatoria, y nos pidieron esperar.

Pocos minutos después pasaron a repartir unas hojas. Todo indicaba que se trataría de una suerte de examen o algo así.

Entró en el cuarto un tipo y como si nada comenzó a hablarnos de las enormes ventajas de saber hablar inglés, de lo atractivo del programa que ellos habían diseñado para una escuela de idiomas en la ciudad y de lo sencillo que era en estos tiempos hacer notar a alguien la relevancia de aprender el idioma de Shakespeare y hacerlos inscribirse en un curso.

En esos instantes uno no sabe si todo es una broma o no. En verdad yo recordaba que la información de la entrevista y el domicilio coincidían con un puesto en marketing-publicidad y que estaba en el edificio correcto, respectivamente.

Nada de escuelas de idiomas, ni ventas de programas y cursos. ¿Qué chingados hacía yo ahí?

Lo mejor en estos casos es la reacción propia. Levantarse e irse, fingir demencia, continuar con el estúpido teatro y tratar de quedarse con el empleo, fingir una llamada telefónica. Las posibilidades son infinitas.

Yo opté por la menos graciosa. Preguntar por el baño, salir del salón, en el pasillo fingir una llamada al celular que te lleve a querer-salir-para-hablar-con-mejor-recepcion y una vez en la calle no dejar de caminar hasta estar lo suficientemente lejos.

No sé si alguna vez se salieron a la mitad de una entrevista de trabajo. Lo que les puedo asegurar es que se siente como cuando agarras una calle en sentido contrario. Entre lo peligroso y lo liberador.

Por eso ahora soy chofer de esta ruta.

lunes, 24 de noviembre de 2008

La primera, ¡fue la mejor!

A pesar de que dicen que la primera no es como todos los piensan, para mí si lo fue, con responsabilidad suficiente, mucha diversión y por qué no, también un poco de compromiso que de pronto era agobiante.
El primer trabajo por el que recibí una paga fue de niñera… La experiencia fue buena, me gustó, nada que ver con la que tengo ahora, no por lo del disfrute, sino por las diferencias entre una y otra.
Todo surgió tras el accidente de uno de mis primos pequeños; mis tíos eran investigadores que no podían modificar sus agendas para dar esos cuidados especiales a mi primín, asi que me plantearon la idea de cuidarlo…
“Tienes que recogerlo de la escuela y traerlo a la casa (= a caminar dos cuadras, es decir, empujar la silla de ruedas la misma distancia), darle de comer y acompañarlo toda la tarde, ayudarlo a hacer sus tareas y ya, te podemos pagar a la semana, algo así como 500 pesos, te animas?... Ni lo pensé, escuché la cantidad y acepté de inmediato y así fueron mis días, la comida siempre estaba lista, esperando a ser calentada, a veces, unos billetes sobre la mesa para pedir pizza o “la comida que se les antoje”. La tarea terminaba rapidísimo y después a jugar toda la tarde, por supuesto los mejores videojuegos que un hijo único pueda tener…
Hoy, con este recordatorio veo lo chido que fue mi primera chamba, con muchos libros para leer, muchos discos que escuchar (gracias a la vasta biblioteca y discografía de la casa) y una compañía que en todo momento se disfrutaba… Ahora las cosas son un poco distintas, me gusta mi trabajo, me encanta mi profesión, pero el lugar… bueno como todo hay cosas que ni qué, pero podría ser mejor, los libros se acabaron y las canciones son las mismas de todos los días (con recordatorios de madre incluidos)…
Creo que nunca cambiaría mi chamba, de reportera a niñera otra vez, o quizá si, si como en una comedia (jajaja o sea novela) el patrón estuviera dispuesto a dejar todo por irse con la chacha. jaja

¡Cuidado! Cafre al volante los lunes…
Pero súbale… que de seguro llega a algún lado…

sábado, 22 de noviembre de 2008

Chofi invitado - Transporte público

A merced

Texto y fotos: Beautiful Loser*

Soy una mujer dependiente del transporte público, como no tengo auto es la manera en la que me muevo, no me incomoda salvo cuando hay mucho tráfico o escucho historias de asaltos. Incluso he defendido mi condición de usuaria del transporte público porque puedes echarte el coyotito cotorrón y “reponedor” de las horas de sueño faltantes. Sin embargo, si hay algo que puede ponerme de malas, es lo abusivos que pueden llegar a ser los choferes de transporte público; lo de cafres, mal encarados e incluso tener pésimos gustos musicales pasa, pero NO ESTÁ CHIDO pasarse de lanza.

Los aumentos en la tarifa del transporte público son propicios para sacar a relucir lo “gandules” que pueden llegar a ser los “chofs”, pero generalmente es una situación que se normaliza al paso de los días y ¿a qué voy con todo esto?... pues bien, he aquí mi historia:

Hace ya más de dos meses que aumentó 1 peso la tarifa del transporte público en el Estado de México (que hasta dónde sé es de las tarifas más caras en toda la República) y sin embargo aún hay gente pasándose de viva. El viernes pasado, venía de la universidad y bajé (como siempre) en el cruce de Mario Colín y Gustavo Baz donde espero el camión que me deja más cerca de casa. Ese día me había quedado corta de dinero y afortunadamente un chavo se apiadó de mí y a cambio de mis moneditas me dio una monedota de 10 pesos.

Al cabo de unos minutos me subí a la unidad 294 del Derrotero Rosario-Cofradía. Pagué con la moneda de 10 pesos y anuncié mi destino, siempre sin excepciones me cobran 9 pesos, pero el chofer de dicha unidad me regresó solo 50 centavos, obviamente mi reacción fue indicarle que me faltaban cambio a lo que él tipo este me contestó que esa era la tarifa y que si quería podía cotejarla. Mayor fue mi sorpresa cuando vi que tabla tarifaria no estaba en un lugar visible de la unidad y además era una vil fotocopia, doblada por la mitad y que como aún tenía adhesivo la mica, era casi imposible leerla… ante semejantes condiciones le argumenté que si la tarifa había subido un peso y antes me cobraban 8, lo justo, legal y sobretodo lógico es que ahora fueran 9 pesos.

El chofer ya en un tono muy descortés me contestó que yo no sabía leer la tarifa, que si me cobraban eso era porque de seguro mentía al respecto del lugar dónde debía bajar y que además las tarifas había subido 1, 1.50 o 2 pesos según la distancia. Obviamente me quedé perpleja e indignada por el cinismo del conductor y para acabar con la disputa le sugerí que me devolviera el dinero completo y me yo me bajaba de la unidad, total solo habíamos avanzado dos semáforos, sin embargo, el muy ¡”$%&/ me respondió que si me bajaba en ese momento me regresaba lo equivalente al cambio de un pasaje mínimo. Como yo no traía más dinero no tuve más que tragarme mi coraje y aceptar que me cobrara 9.50.

Usted querido lector, pensará: “¿por qué tanto drama?... total sólo fueron 50 centavos”; pero no se trata de la cantidad, se trata de pagar lo justo y exigir lo justo. De una crisis de valores y de poner en evidencia que esto sólo es la punta del iceberg de una problemática general en varios aspectos, incluso más allá del abuso del pasaje también es una especie de competencia desleal. Desgraciadamente estamos a merced de los prestadores de servicios, del gobierno, de las dependencias, de los trámites, de una mala red de transporte público y de una larga e interminable lista.

*Beautiful Loser es operadora invitada en esta primera semana. Es famosa en el mundo del twitter y del podcasteo y prepara dos proyectos en línea para 2009. Puedes seguirla AQUÍ.

viernes, 21 de noviembre de 2008

De base a base

Es viernes y hoy toca. Así sin más, como una ley no escrita, pero ley a fin de cuentas. Y para darle más valor, una Ley Natural, es decir, esas que no se pueden violar.

El Azar, el Destino, Alá, Roger Clemens, o como quieran llamarle, decidió que el viernes sea el encargado de operar este Microbus. No prometo que la ruta sea siempre la misma, es más no les prometo ser puntual, pues con este tráfico no se puede garantizar eso.

Lo que sí prometo, es publicar siempre lo que --de manera subjetiva-- creo que pueda tener uno o dos pares de ojos que atiendan hasta el final.

Sean bienvenidos a este primer viernes de ‘la micro’, y a este ejercicio de goce y placer. Favor de recorrerse al fondo, que hay lugares.

Tema: Trasporte Público

Sonó el timbre y se levantó para abrir. Era ella, con un ramo de rosas y esa hermosa sonrisa. Habían pasado un par de meses desde que había decidido irse de casa.

Jamás recibió la dirección de su nuevo departamento, un correo electrónico o una llamada que le dijera que estaba bien, si necesitaba algo o si le devolvería aquella sudadera que usaba como pijama.

Supo, por amigos en común, que tenía un amante y que parecía feliz a su lado.

-- ¿Qué quieres?, le preguntó de golpe, reflejando que aún estaba herido.

-- Que me perdones, dijo ella mientras salía la primera lágrima.

Se quedó callado y la invitó a pasar. Durante muchas semanas pensó que un día eso pasaría, que ella regresaría y le diría lo arrepentida que estaba... que había sido una estúpida al haberlo dejado... que lo amaba y que jamás podría estar lejos de él.

Escuchó una a una esas frases y más. A pesar de que sabía que eso se podría repetir una y otra vez, confió en ella, escuchó cómo le pedía que vivieran juntos, que formarán una familia, que él escogiera el nombre de los niños. Se besaban una y otra vez y terminaron sin ropa, fornicando en la sala.

De pronto sintió una mano en el hombro derecho que le sacudía fuertemente.

-- Joven, joven… ¡ya llegamos!

jueves, 20 de noviembre de 2008

¿cómo me voy?

Salgo a la calle y me toma un par de minutos decidir si tomar un taxi o caminar hasta la más próxima estación del metro que está apenas a una cuadra. Aunque pensándolo bien, en el subterráneo se pierde uno todo el paisaje. Pero en un taxi... la realidad es que tampoco alcanzas a convivir con la gente y entender cómo viven.

Decido entonces caminar, por qué no, al fin si aprieta demasiado el frío puedo tomar un autobús, de esos que puntualmente pasan por los sitios debidamente marcados.

Claro, no hace falta mucho para darse cuenta de que no me encuentro precisamente en la Ciudad de México.

Creo que nunca he rentado un coche cuando viajo. Soy demasiado norteada como para atreverme a manejar en una ciudad que no conozco y al ponerlo en una balanza, disfruto el contacto con la gente que vive en cada lugar, con sus movimientos cotidianos y sus costumbres.

Luego vuelvo a casa y doy un cambio radical. Me apodero de inmediato de mi propio bólido y no le presto las llaves más que a un valet parking cuando no tengo más remedio. Trato de pensar cuándo fue la última vez que utilicé el transporte público en México y no logro recordarlo. Fue hace muchos, muchos años y lo hicimos más en plan de aventura que como una opción seria de traslado ágil y seguro.

Claro que disfruto manejar y no me quejo de tener que hacerlo, soy una de esas pocas personas que pueden pensar en relajarse detrás de un volante, aunque confieso que cuando el tráfico es estático y el pie apenas se mueve para llevar el ritmo de la música y no para acelerar, me gustaría no tener que hacerlo.

Sin embargo, me enfrento a vivir en una de las ciudades menos amigables y con peor transporte público del mundo (bueno, al menos del poco mundo que alcanzo a conocer).

Vivo a escasos 100 metros de una estación del metro. Claro que podría tomarlo todos los días, sólo que no llegaría a ningún lado. Si trato de hacer ese traslado a mi oficina tendría después que tomar dos camiones, un taxi o caminar cerca de 5 kilómetros. Pero podría irme en un reconocido “pesero”. Si, y vivir la emocionante experiencia de apostarte la vida en cada traslado. O, ¡en un taxi! Y trabajar sólo para pagar mis recorridos.

¡Perdón! Estoy siendo terriblemente ingrata. Ahora tenemos el Metrobus, aunque tengo que confesar que nunca me he subido, reconozco que nos facilitó mucho la vida a quienes transitamos en la comodidad de nuestro propio automóvil por Insurgentes. Claro que ahora resulta que fue tan buena idea que quieren hacer uno en cualquier avenida que exista, lo cual nos está costando lágrimas de sangre mientras la obra está en proceso (si no me creen traten de tomar Xola).

Si alguien sabe cuántos autos particulares circulan diariamente en la Ciudad de México, con un solo pasajero a bordo, que me avise (soy rete mala para la estadística) pero así, a ojo de buen cubero, les digo que son UN MONTÓN. Y luego que por qué dos horas para recorrer 10 kilómetros. Y si alguien tiene una idea de cómo hacer el transporte público eficiente que se la mande al Jefe de Gobierno, con copia a alguien capaz de ponerla a operar.

Mientras, heme aquí en el único colectivo medianamente respetable y respetuoso de las normas de urbanidad.

¡Súbale!

PS A nombre de los operadores de este colectivo levanto la voz para mandar una rechifla al chafierete de los viernes que anda de festejo, 'ora si ya tiene edad para manejar

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Los choferes y su metafísica...

¿Se han subido a un micro pensando en lo que hicieron toda la semana, pero apenas se bajan 40 minutos después? ¿cómo es que cabe el tiempo de una semana en 40 minutos? El transporte público, en tal caso, sirve para alargar el tiempo; para hacerlo como chicle sin que el chofer operador o microbusero sin educación sean salvadores dalíes.

Y eso está chido.

Pero en el transporte público también viajamos con la realidad. Y la realidad en Quillolandia son las estadísticas y cifras. Acá llega a ser común despertar con las notas de que ya no son 43 sino 54 las víctimas atropelladas en lo que va del año, cortesía de la línea de transporte de autobuses que gira en la ciudad. A casi 10 meses aquí, he sabido de la muerte de un niño, un joven, una artista y el más reciente un anciano. Aquí los verdaderos Killers no son esa banda de Las Vegas que canta canyurridmaymaaaainddd sino los choferes de buses. Y el gobierno tapatío que de entrada ya sabemos que es mocho, persignado y doblemoralista y ya por eso lo reprobamos, no hace nada al respecto. Al contrario, este año subieron la tarifa, lo cual hace que los choferes sean entonces asesinos a sueldo contratados para lastimar a la población tapatía.

A diferencia de lo que leo en el ilustre post anterior sobre Monterrey, esta ciudad es en algunos cuadros más amigable para la alternativa de la bicicleta. Pero funciona de manera ñoña, la verdad: como no existe una cultura de respeto a los ciclistas, la banda cleta (que claro, también puede ser bicicleta pero eso no nos importa), organiza recorridos nocturnos para atravesar la ciudad y con cuadrillas van cerrando calles y organizando el tráfico para deslizarse sin peligro. Si se cae uno, por ejemplo, las asistencias llegan inmediatamente como partido América vs. Chivas donde apenas se rozan los jugadores y caen actuando toda una coreografía, haciendo todo un drama, como si en realidad tuvieran fractura de tibia y peroné. Acá la más ligera raspadura de rodilla es un suceso escandaloso también.

Personalmente considero a la bicicleta en mi Top 5 de los inventos más importantes del último siglo, quizá hasta ocupe el primer lugar. Pero aquí, esos recorridos dan la impresión de ser como salir de ñoño a pasear con un ñoño-puñado de ñoño-boy scouts, como con un ñoño-puñado de ñoña-gente que se escapó de un ñoño-comercial ñoño-buenaondita de ñoño-refresco de cola que pasea con ñoño-sonrisas en la ñoño-cara. Y la bicicleta es un transporte individual: nada mejor que clavarse unos audífonos y pedalear y alejarse de todo. Solo.

¿Se han subido a un micro pensando en lo que hicieron toda la semana pero apenas se bajan 40 minutos después? El transporte público, si vas montado, siempre dará relojes derretidos. Pero… ¿han visto a alguien atropellado por un killchofer? El transporte público cumple a veces esas funciones más metafísicas, como es llevar a sus pasajeros de la vida hacia la muerte gracias a cavernícolas-choferes-aquerontes, a los que los panistas han subido el sueldo. Esto ocurre en esta ciudad mientras las bicis comienzan a alejarse de los boy scouts y los comerciales de refresco de cola, para empezar a exigir su individualidad y por fin deslizarla, libremente, por las calles de noche o de día…

NOTA: Estimado usuario, a este micro de vez en cuando se subirán, probablemente, payasitos que cuenten chistes malos; gente recién salida de la cárcel que se dirige a su pueblo que está bien lejos y pida dinero para el pasaje; niños de la calle que asalten sicológicamente con un ‘prefiero pedir que robar’; o niñas guapas al asiento de a lado (además de nuestras dos operadoras, claro)… aún así, suba usted: sí somos cafres con las letras pero… ¿y qué? suba y recuerde que esta unidad es suya, deje todo como le gustaría encontrarlo (aunque este sea anuncio colgado en los baños), haga dos filas en el pasillo, vaya recorriéndose… y baje por la parte de atrás.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Martes de peatones...

No gastaré mucho de su tiempo, ni demasiadas de estas líneas hablando de quién soy, de dónde vengo o a dónde voy.

Que baste decir que soy un exiliado. Un exiliado de muchas partes que ha vivido en varias otras y que por el momento se encuentra en Monterrey, capital neoleonesa también conocida como Regiolandia.


Me subo a este esfuerzo lúdico-pseudo-filosófico-pero-harto-psicotrópico de escribir entre varios un blog con la única intención de intercambiar visiones, opiniones y argumentos sobre todo y nada en particular: esta semana, el asunto del transporte público.

Me tocó encargarme del martes, ese extraño día en el que el fin de semana está lejano, ya sea viendo hacia el futuro o en retrospectiva.

Ahí perdonarán ustedes lo que pueda resultar entonces en nuestra ruta de cada martes, esperemos no encontrarnos tantas marchas, mercados sobre ruedas, bloqueos, accidentes, construcciones, retenes anti-alcohol y desviaciones.


Pero entrando en materia, ¿qué puedo decir sobre el asunto del transporte público estando en esta singular ciudad? Dos cosas.


- Para nadie resultará sorprendente saber que el de Monterrey es uno de los servicios de transporte más caros del país. Desde los 4 pesos de su boleto de metro hasta los 8 de cualquier camión intermunicipal con aire acondicionado. Cuando se piensa en ciudades caras para vivir, Monterrey puede levantar la mano como serie candidata a la hora de considerar el gasto en transportación, si no se tiene vehículo propio… lo que me lleva al punto número…


- ¿¡Quién carajos diseñó esta ciudad?!

Perdonen la expresión, pero es que no es para menos.

He vivido en toda clase de ciudades, desde grandes capitales hasta pueblitos metidos en pequeñas islas, y en todo el abanico de posibilidades visitadas y habitadas en mis __ años, no había estado en una con tan poca consideración para el transeúnte o el ciclista.


Me queda claro que la importancia de tener carro puede ser directamente proporcional a su necesidad como artículo de uso/explotación/beneficio social, y Monterrey para eso se pinta solo, pero vamos, que no dejar espacio u opciones para que la gente se traslade caminando o poder tomar una bicicleta, es ya una exageración.

Y en verdad no exagero. Monterrey no puede ser caminado ni andado en bicicleta. No está hecho para ello. Las avenidas no tienen banquetas, ni hay espacio para las bicicletas, Pasar a San Pedro desde Monterrey es casi imposible si no se hace en algún vehículo.


Mucho puente, mucho túnel, mucho distribuidor vial pero poca acera. Caminar, aquí, ni siquiera es una posibilidad.


Imaginen que están en cualquiera de esas rarezas urbanas que son las ciudades de Estados Unidos, donde hasta para ir a la tiendita (llámese Oxxo, 7Eleven o como quieran) hay que usar el auto y donde lo menos usual es caminar de un lugar a otro (exceptuando NY)… pero imagínenlo de este lado de la frontera.

Para mí, eso es parte de un concepto urbano integral de transporte público: el impulso a alternativas. Las rutas de Monterrey están bien organizadas y corren eficientemente, pero me parece que no es posible sentirse del todo a gusto en un espacio donde no puedes disfrutar la opción de caminar a donde vayas o de un día dejar el auto y subirte a la bicicleta.


Quizás desvié el tema, pero francamente no me importa demasiado… extraño caminar o trasladarme en bicicleta. Esa es la verdad.


¡Súuubbbaaaleee, los martes es a favor de los peatones y los ciclistas en este micro! ¿Quién dice Yo?

El micro… Primera parada

Cuando McCoy me platicó de este espacio, no dudé un segundo en decirle que si, primero porque siempre tengo la intención de abrir un blog y nunca lo hago y después porque me latió mucho la idea de compartir la misma idea con cinco visiones diferentes, así que aquí estamos…
El tema pues no podía ser mejor, el transporte público... Quién no ha vivido alguna vez alguna historia de éstas... de cualquier tipo, de las malas, de las chistosas, de las calenturientas… en fin, yo tengo de todas y esto debido a la pobreza extrema de la que soy presa…
A diferencia de las grandes ciudades, como lamashermosadelmundo (entiéndase DF), o Guanatos (Guadalajara), mi pueblo es eso, pueblo, pequeño, mal distribuido… por lo tanto su transporte lo es, pequeño y mal distribuido, pero sus operadores son todo un caso.
No se por qué, pero siempre alguno me platica algo, no se si porque me ven como buena onda (ja) o qué, pero bueno, siempre me pasa algo… así que en esta entrada trataré de resumir una, la más representativa de alguna de esas ciudades que mencioné líneas atrás.

Morelia…
Pues aquí tengo muchas, todos los días sucede algo nuevo, pero de la que más me acuerdo es la de un chofer, simpático, de esos que no pueden negar que manejan un micro. El chiste es que en su recorrido vio a un perrito muerto y me dijo.
-Por ese si me dan 50 pesos
-¡Cómo cree! ¿Quién le va a pagar por un perro muerto?
-Pues en el tacotaxi, ¿nunca ha ido?, ahí venden tacos de perro
-¡No! Wacala!!... pero en serio ¿si le compran el perro?
-Bueno pues ahí venden y le dicen que son de perro, mucha gente hasta se vomita, pero los mejores tacos son los de carnitas, los de La Colina, son de puerco muerto…
-Señor, todas las carnitas son de puerco muerto
-Pues si, pero estas son de puerco pescado…
-¿¡Qué!?
-El señor que las vende nos dijo, que se va al río, ese que está junto al rastro y ahí se pone a pescar los puercos y luego los hace carnitas, por eso le digo que de puerco pescado y por eso los da tan baratos, además tan re’buenos…

Increíble pero cierto…


Guanatos
En uno de mis múltiples viajes a Guadalajara me tocó andar en camión, súper modernos allá los jaliscos con aire acondicionado y toda la cosa en sus micros… pues ahí iba yo bien linda con un amigo, descubriendo cosas de la ciudad que normalmente no había visto, pasando por calles súper feas y luego bien bonitas, zonas modernas, y también las tradicionales… El caso es que mi amigo se empezó a sentir mal, me dijo que no podía respirar y no le creí, hasta que se bajó quiensabendonde, pero desesperado por un doctor, lo encontramos y me di cuenta que tenía un ataque de asma… lo controlaron y todo ps de nuevo al micro, super cuki con su aire acondicionado y sus letreros de no abrir las ventanas… dos cuadras y otra vez, Amaury se levanta y se vuelve a bajar en cuanto vio un anuncio de Hospital… pues resultó que los micros provocaban eso en mi compadre… si, el aire acondicionado en mal estado lo puso al bordo de la muerte.

La capital del mundo (DF)
Aquí pues no es raro, me subí al metro, no lleno, llenísimo… con dos compañeros, un reportero y el fotógrafo… preferí acompañarlos a irme sola en un vagón exclusivo para las mujeres. El calor era insoportable, la gente se acumulaba y no se veía para cuando salir de ahí… ¿la estación? Pino Suárez, ¿la hora? 2 de la tarde… total, no pudimos entrar en la primera ronda y decidimos esperar, total, no había prisa… Cuando llegó de nueva cuenta el metro el empujón fue inevitable, antes de eso solo escuché un perdón de Adid, el fotógrafo y me estrujó contra la masa caliente de personas, otros más entraron detrás de mi y yo no me podía ni mover, así avanzamos… pero algo se incrustaba en mi riñón, no podía ver qué, hasta que en la siguiente estación lo descubrí… literalmente un San Judas gigante me clavó la cabeza… era 28 de septiembre.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Listos para arrancar

Les damos la bienvenida al Microbus, un espacio donde realizaremos distintas tareas y trabajos con un tema central de manera semanal.

Cada uno de nosotros tendrá un día en el cual publicará un trabajo (foto, dibujo, video, audio, texto en cualquier género) relacionado con el tema central, y donde podremos dejar un mucho de nosotros en cada entrega.

Somos un colectivo de cinco operadores ligados entre sí, aunque algunos no nos conozcamos en persona, con una pasión central: comunicar. Cada uno entregado en su actividad personal, decidimos unirnos para decir algo, a nuestro modo y estilo, pero siempre con la idea de disfrutarlo y hacerlos parte de ello.

Los lunes serán el día en el cual Adrianirris nos comente, desde la tierra de la granada, Morelia. Los martes son el día que publicará Koyaanisqatsi, desde su exilio en Regiolandia.

One, con sede en Guanatos, estará los miércoles, mientras que Miss Congeniality, chilanga en DF, será la dueña de los jueves, para que McCoy cierre la semana desde la ciudadmasgrandeybelladelmundo.

Existirán operadores invitados, no siempre, pero las semanas que podamos contar con ellos, ocuparán el sábado o domingo.

Así pues, las llaves están pegadas e iniciamos nuestra ruta.

¡Súbale! ¡Súbale! ¡Hay lugares!