Chale, pos ya qué… me tocó entrarle al quite y cubrir turno que no era el mío.
La neta, la neta, lo que yo quería era esconderme hasta que se quite este maldito ambiente meloso, los corazones, las flores, los globos, los adolescentes enamorados, los enamorados que se portan como adolescentes… bueno todas esas asquerosas actitudes asociadas al 14 de febrero.
Lo odio, se pelea el título del peor día del año con el 10 de mayo. Detesto por sobre todas las cosas las aglomeraciones, las puñaladas por conseguir una mesa en un lugar, un boleto en un cine, un metro cuadrado en un centro comercial.
De por si la cursilería de los corazones y la vida en rosa nada más no se me da. Quienes me conocen saben que mis manifestaciones de cariño son poco sutiles, entonces esto de que se respire “amor” en el aire me causa urticaria por decir lo menos.
Mi plan ideal para un 14 de febrero:
- Huevos (ya sea al natural, rellenos de harina o de confeti) que arrojar a cualquier pareja que se esté besando, apapachando o toqueteando
- Cerbatanas (y no es una forma de referirse a la cerveza como alguien supuso) para reventar globos. Los que tengan corazones valen doble
- Robar ramos de rosas por las calles (ojo, los que ya traigan las parejitas enamoradas, no se trata de afectar el negocio floricultor) y luego hacer una fogata con todas ellas
- Secuestro masivo de peluches para luego cobrar rescate por ellos. Aunque creo que no sería negocio. Para el día 15 la mitad de las parejas ya tronaron, se pelearon o se les olvidó
dónde pusieron el regalo - ¡Administrar un motel de Tlalpan! Esos sí que hacen negocio y sacan provecho del “día del amor”
Que quede claro, mi sentimiento de animadversión no se debe a una terrible soledad y que no tenga ni perro que me ladre eh…
En cuestión de amigos me siento absolutamente afortunada. Tengo rete hartos, de los más variados estilos y personalidades. Con esos salgo, como, bebo, canto o lo que sea cuando quiero (o más bien cuando puedo) no cuando el calendario me lo indica.
En la parte de amor / vida de pareja, nada más llevo 7 felices años de matrimonio. Y no de esos felices de cuento de hadas. Digo de los reales, con tropiezos, accidentes, crisis, enfermedades, llantos y risas, pero en los que al final la balanza se inclina por la felicidad.
Así que, mi plan para este 14 de febrero es el mejor posible: me encierro en el hogar, con Súper, a ver cómo los Rayados (favor de ponerse de pie) le ganan a los cementeros.
Ahí se ven…
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