martes, 17 de febrero de 2009

La vitamina T

(por motivos aún bajo investigación por el CISEN y la SEMARNAP, el chofer decidió convertir el microbus en changarro taquero móvil y no cumplió la ruta… pero vendió bien los de tripa y maciza. Se le quedó algo de hígado encebollado y machitos.)

Acá están los buenos, estos son los sabrosos. Los de perro y caballo, con aguacate y papitas fritas. Póngale cebolla morada y salsa. Verde, roja, taquera, de molcajete y guacamole. De habanero, chile pasilla, de árbol o hasta rajas o chipotle.

Por un lado (entiéndase la tortilla principal en la que reposa el taco), siempre le he tenido un respeto especial a los changarros que se han convertido en “algo más”, esos que no son el carrito nomás, sino también una pequeña instalación, el extractor alto de humo, las barras laterales extraíbles que sirven como mesa para las salsas, sillas y/o mesas aledañas, dispositivo enfriador de bebidas a un lado, mínimo de dos chalanes y ayudante con cara de “chalee, mi jefe me levanta a las 4 y media de la mañana pa’ traer la pinchi carne pa’ que estos putos fresas se bajen su crudita de domingo… que a toda madre es la vida!!) y hasta música o televisión en una esquina.

En especial recuerdo tres carritos; uno en la Nápoles en el df que alguna vez fue una combi y se convirtió en mi sueño de agarrarlo como estaba e irnos en ruta hasta sudamerica vendiendo tacos y comprando carne local; el artefacto era perfecto, útil y muy atractivo… otro es de los tacos de asada y chorizo en Guadalajara, atrás de casa de O (mi O, debo aclarar)… donde ademas de mesa, musica ambiental y las salsas ordenadas en categoria de mayor a menor ‘picor’ en la barra, sobresalía la lona y el extractor de 3 mts de alto para que no se ahumara la clientela y/o el chef… uno más antigo era un carrito de pancakes que llegaba a la escuela de buceo donde trabajaba en Koh tao, lejana isla en Tailandia (tan exótico como suena, así fue.. me cae). Religiosamente puntual, a las 5 y media, un pequeñin apaecia en una bicicleta con ‘caja’ delantera convertida en pequeña cocineta movil con forma de casita en la que preparaba pancakes dulces y salados, eran el cierre perfecto a un día de chamba y ver el carrito era además agradable a la vista e ingenioso (ver imagen anexa).

Por el otro lado (o sea, lo que viene siendo la segunda tortilla, mejor conocida como ‘copia’), no deja de impresionarme el aguante gastro-intestinal de la raza azteca… con el tiempo va dejando de aguantar un poco (salvo en casos de verdaeros expertos, los atletas de alto rendimiento de panza que rodea el cinturón y no más altos de 1.60 o en su defecto, sobrepasando el 1.85) pero en general lo de nosotros no es normal. Vamos, que es contra natura.

Y lo sé por lo que he sido capaz de tragar en el transcurso de treinta años y parece no haber frontera para los limites del abuso estomacal al que podemos someter a nuestro intestino.

Ni qué decir de los tacos y tortas de paradero o de salida de una estación del metro.., esas pequeñas capillas de alimentación que manejan la salchicha rosada, especie en peligro de extinción que científicos aún investigan cómo no ha destruido toda la vida inteligente (y no inteligente) en el planeta… pero sin la cual, una torta cubana no es una torta cubana digna.

Como ya sé que los dejé más empanzonados y tapados que albañil a las 6 de la mañana con dos tortas de tamal y un atole atravezados entre cuello/panza/intestinos, les comparto mi más reciente descubrimiento de antiagruras musical, se llaman Brave Combo… y como ya estuvo bueno de choro y ya llegó otro comensal a pedir dos de bistec y uno de rajas verdes, ya me voy. Ahí se los dejo.

Brave Combo cantaaaa aaaasssíiiiiii…




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