jueves, 12 de marzo de 2009

Ayuda caída del cielo.

En nuestro capítulo anterior estábamos saliendo del cine después de haber evitado un tráfico de los mil diablos que no'más no jalaba para nada y no me estaba dejando nada bueno. Nos metimos a ver un exitazo palomero de la medio chafa industria fílmica que cumplía bien a todo dar con su propósito, o sea, hacer el paro con el tiempo en lo que bajaba el tráfico.

Ya era dos tres tardesón cuando salí del cine y me disponía a continuar con la corrida del micro cuando de pronto se me salió el pedo de mi vida al ver que el micro no estaba donde lo había dejado estacionado. ¡Me cago en la reputa leche y en toda la nata que le salga!, ¿qué chingados le pasó al micro?, ¿'ond' chingaos está?.

Ya sabes en estos casos la onda es conservar la paciencia y no caer en pánico:

- ¡Me lleva la verga con patas!, ¡ya se llevaron el micro que ni siquiera es mío!, ¡puta y reputa madre!...

Después de calmarme y contar hasta diez, hice lo que el Tío Gamboín (que en paz descanse) siempre aconsejaba, tenía que contárselo a quien más confianza le tuviera. Y pus miré para un lado de la calle y miré pa'l otro. Había dos morros de secundaria fajando en una esquina, un perro firmando un arbolito y se acercaba un padrecito caminando por la calle.

¡Uta caún!, pus ni a cual irle. Así que me acerqué al perro, pero cuando me acerqué el muy cabrera me peló los dientes y se echó a correr. Luego me acerqué al rincón del pulpo, pero pus estos morros estaban tan ocupados que no vieron nada. No'mbre con la cara de espanto porque el micro había desaparecido que se me acerca el padrecito.

- ¿Estás bien hijo?

- No padre, se llevaron el microbús que dejé aquí estacionado.

- Aaaaah, no te preocupes. Mira, aquí no hay quien te lo pueda robar, hasta eso es una colonia decente, pero lo que si es que pasan muchas grúas y de seguro se lo llevaron al corralón.

- ¿Usté cree?

- Sí hijo. El corralón está aquí a cuatro cuadras y a estos méndigos les encanta llevarse los carros. Mira, es más te acompaño a buscarlo. Me queda de paso a la iglesia. A fin de cuentas está frente al corralón.

- Gracias padrecito.

Pus ya llegamos al corralón este y sí, ahí estaba encajonado el microbús. Jijos de toda su maíz, a los polecías se les veían los dientes bien afilados listos para clavar la mordida de buenas a primeras. Uno de ellos me dijo:

- Dígame, ¿qué se le ofrece?

- No pus vengo por el microbús...

- Uuuuuuuuuuuu joven, veo difícil que lo saque eeh.

- ¿Por qué o qué?

- Pusesque nos late que trae placas clonadas, además hace poquito nos reportaron un micro robado que se parece mucho al suyo y pus más vale que traiga sus papeles en orden, porque sino pus nomás no procede.

- Acá están los papeles en orden y toda la cosa, nomás déjeme pasar por ellos dentro del micro.

- Y sabe qué joven, de una vez le aclaramos que ya nos llegó sin estereo, con un golpe en la defensa posterior y con la pueta abierta. Le digo porque dicen que somos nosotros y no es cierto, así ya nos llegan los carros.

- ¡Qué!, ¡pero si estaba en buenas condiciones!...

Y ya la iba a hacer de pedo, cuando el padrecito me detuvo.

- Calma hijo, déjame hablar con ellos...

- Pero, ¿cómo pasa usted a creer padre?, ¡estos cabrones ya me desvalijaron y me madriaron el carro!...

- Oooh, tú déjame hablar con ellos hijo. Vas a ver como se solucionan las cosas.

- ¡Pásele padre!

El polecía atendió al padre:

- ¿Qué quiere?

- Buenas tardes, ya casi noches hijo.

- Buenas...

- Verás hijo, vengo de parte del chango.

- ¿De parte de quién?

- Del chango...

Y ya muy nervioso que se despabila y que se cuadra.

- Permítame padre, deje le hablo al comandante.

Se metió atrás de una puerta en la caseta y dijo:

- Mi comandante, tengo a un padrecito que viene de parte del chango.

- ¿A un padrecito?, ¡no la chingues con que viene de parte del chango!, ¡si es el padrecito atiéndelo como se debe o ya nos cargo!, ¡es más deja lo atiendo yo!

Salió el comandante muy nervioso de adentro de la caseta y se cuadro frente al padrecito.

- Padre muy buenas noches. ¿En qué lo podemos ayudar?

- Vengo por el microbús que están custodiando. ¿Porque lo están custodiando verdad?

- Eh, ejem, ¡sí padre!, lo estábamos custodiando, permítame un momento voy a hacer que se lo traigan enseguida.

El comandante se metió en friega con el otro monigote y nomás le dijo:

- ¡Mira cabrón, este padrecito está muy arriba de nosotros!, sea lo que sea que le hayan quitado a ese pinche microbús jodido se lo regresas en chinga y se lo entregas con todo y todo. ¿Entiendes?

- ¡Si mi comandante!

Como de rayo trajeron el microbús.

- Tenga padre.

- Gracias hijo.

- ¿Hay alguna multa?. - Pregunté.

- No, no, para nada. ¿Cómo cree?

Salimos del corralón y le di un aventón al padre, que bien buena onda me empezó a hacer la plática ya cuando lo dejé dentro de la iglesia.

- Ya ves hijo, te dije que me dejaras hablar con ellos. Son gente razonable que entiende de palabras.

- Gracias padre, no sabe de la que me salvó. ¿Qué, usted ya los conocía?

- Digamos que te ayudo "el de arriba", hijo.

- Y bueno, a todo esto, ¿por qué me ayudó si ni me conoce?

- Es que cuando te vi en la calle tenías una cara de santocristo que me inclinó a ayudar al prójimo. Digamos que es una manera de acercarme un poquito al cielo.

- Gracias padre, de veras gracias.

- Ándale hijo, nomás no se te olvide que la ayuda te vino como caída del cielo y que a la iglesia no le vendría mal una ayudadita en la cajita de las limosnas. Acuérdate que gracias al señor de los cielos no tuviste multa...

- Híjole padre ando algo corto de recursos, no he sacado lo de la vuelta y bueno...

- Acuérdate de la ayuda, hijo. Siempre tiéndeles la mano a quienes te ayudan...

- Eeh, eeh, bueno padre...

- Ándale hijo. Que dios te acompañe y yo estoy seguro que no te vas a dar por mal servido. Yo cuido que nadie te moleste mientras das tu limosnita mientras limpio el órgano eeh.

- Eeh, sí padre...

El padrecito se subió quesque a limpiar el órgano de la iglesia. Pa' mí que nomás me estaba viendo que le echara a la alcancía, el muy canijo para hacer tiempo hasta se puso a ensayar...


Me salí de la iglesia igual que como empecé a dar la vuelta, nomás con varo para dar cambio. Ahora tendría que rifarmela en una corrida extemporánea para sacar lo de los pendientes. Y pus sí, ya lo caído, caído.

No se pierda nuestro próximo capítulo en el microbús. Una aventura a la vuelta de cada esquina.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ey, no sabía que tenías dotes para el cuento. Me late, aunque no se si provenga del anecdotario. ;)