jueves, 18 de diciembre de 2008

Insectos en las alturas

Cuando era niña, tendría unos 6 ó 7 años, vi una película cuyo título, trama o protagonistas he olvidado del todo. El único recuerdo que conservo de ella es una escena en que una mujer colgaba con ambas manos, a punto de caer al precipicio, cuando una tarántula empieza a descender por su rostro.

No estoy segura de si mi pánico a las arañas nació allí o esa imagen sólo lo potencializó, lo cierto es que hay pocas cosas que me puedan paralizar tanto como un peludo ser de ocho patas.

Pasé mis años de infancia viviendo en una zona semi-rural, asistiendo a una escuela semi-rural. Insectos de todo tipo se nos aparecían constantemente; grillos, lombrices, caras de niño, y en términos generales podía lidiar con el asco y miedo que me provocaban, pero una araña, por pequeña y pseudo indefensa que fuera, era capaz de hacerme dormir en el piso de otro cuarto con tal de no quedarme en el mío propio con su cadáver o si quiera el recuerdo de su espíritu.

El miedo a las arañas me acompaña hasta el día de hoy. Soy incapaz de matar una y no por un afán ambientalista, sino porque me da terror enfrascarme en una lucha contra una de ellas. Dicen que ellas me tiene más miedo a mi… pero qué tal que no lo saben.

Otro miedo que durante años me hizo pasar malos momentos fue a las alturas. Recuerdo una ocasión en que jugábamos a ser intrépidos escalando bardas y desafiando lo que según nosotros eran precipicios, cuando de pronto me quedé absolutamente paralizada. No sé cuánto tiempo paso hasta que alguien se dio cuenta de que no estaba jugando y subió por mí.

Por consecuencia, los aviones no son como mi fascinación. Es más si puedo agarrar carretera durante unas 4 ó 5 horas lo prefiero a tomar un vuelo de una hora. Pero tampoco es cosa de que uno se prive de los placeres de viajar por andar de cobarde verdad.

Finalmente, haciendo un análisis y compartiendo las opiniones de los operadores de esta digna unidad, algo a lo que definitivamente le tengo pánico es a la estupidez humana. Sumado a ello la falta de criterio, la nula memoria histórica de este país, los idiotas con iniciativa… ah! Y a la desaparición de los canales de deportes de la televisión.

A lo que no le tengo nadita de miedo es al volante y la velocidad, así que súbale que prometo conducir con cuidado.

1 comentario:

Elma dijo...

ja soy testigo de toodooo eso..