jueves, 4 de diciembre de 2008

La Navidad como las lentejas

ADVERTENCIA ANTES DE ABORDAR:
Soy una de las personas más navideñas que podrán conocer. Me encantan las posadas, los regalos, el Lupe-Reyes, el pavo, los romeritos y todos los excesos asociados a estas fiestas.
Aclarado lo anterior, procedamos a la ruta del día de hoy.

Pocas cosas me pueden poner de peor humor que la esquizofrenia mercadológica que ataca a los centros de consumo, eso de tener en los mismos anaqueles a una bruja, compartiendo espacio con Santa Claus y tres diablitos que se codean con los ángeles del nacimiento me parece absurdo.
Por si fuera poco que un día de estos nos vendan huevos de pascua empaquetados con la rosca de reyes, la gente por las calles logra superarse e inventar costumbres aún más patéticas.

Sigo esperando que alguien me explique esa novedad de disfrazar los coches de reno. Y peor aún que alguien pueda circular por la ciudad tan campante, como si no se diera cuenta de que porta con orgullo tremenda ornamenta. Y eso pensando en que no sea un bonito retoque que le haya puesto el o la cónyuge, rematado claro con la borla roja en el frente que pretende ser una nariz.

De verdad que me duele ver cualquier automóvil (porque esto de la caracterización de Rodolfo no distingue cilindraje, chasis, modelo, ni valor comercial) con ese alarde de mal gusto. Me imagino la humillación que sienten los pobres, incluso he pensado que si incrementan los incidentes viales en estas fechas no es debido a las posadas ni al ponche, es porque ellos mismos prefieren impactarse contra lo que sea que enfrentar la risa de sus congéneres por el disfraz.

Luego están aquellos que creen que su casa es museo, tienda departamental o mosaico churrigueresco. Atascan desde la banqueta hasta el baño de motivos navideños. Bueno, seguramente alguna vez han vivido esa terrible experiencia de entrar al toilette y toparse con una tapa de Santa Claus, ya de suyo incómoda, peor aún cuando la levantas y el regordete de las barbas aparece tapándose los ojitos. Perdón, pero eso termina con cualquier inspiración o necesidad.

Luego pasas a la sala y no sabes si lo que hay sobre la mesa de centro son dulces, adornos o piezas del nacimiento que va desde el jardín hasta la recámara principal. Y para acabar con la felicidad, te encuentras el árbol atascado de regalos al pie, eso sí que hace que nazca la ilusión (o la avaricia echándole el ojo al más grande). Después es aplastada cuando te enteras que son de utilería.

Ya ni hablar de las series navideñas musicales, que luego ponen en las oficinas como para aumentar la tasa de suicidios; las tarjetas con fotos familiares, todos ellos sentados sonrientes y sonrojados en torno al árbol o a la chimenea; los especiales televisivos atascados de melaza y pseudo buenos deseos; las bufandas y calcetines con motivos acordes con la temporada y los infaustos sweaters con foquitos. Eso sí que acaba con el espíritu navideño hasta de Kris Kringle.

Esto es como las lentejas. ¡Si exageras te hartas de ellas! Por favor no sean crueles y no le hagamos esto a la navidad.



PS Si escuchan a un amarguete por ahí decir que no existen Santa Claus y los Reyes Magos, no le hagan caso, es sólo su frustración porque no alcanzó su disfraz de reno para el rompe… quiero decir, para el coche!

2 comentarios:

Adrianirris dijo...

jajaja, tocaya ahora si me hiciste reir!!!, saludos morelianos...

Elma dijo...

yo dono el disfraz!! jajajaja