Abrumadora realidad
Texto: La Cordero*
Estimados pasajeros, esta ruta no será muy larga, pero aprovechen para recargar su cabeza en la ventanilla o en el hombro del de junto. Cierren los ojos y duerman hasta llegar a su destino.
Tal vez les haya pasado. Despertar con el rostro mojado por las lágrimas o abrir los ojos y soltar una sonora carcajada. Lo más curioso de los sueños es creer que aquellas historias que se producen en la mente mientras dormimos pueden ser abrumadoramente reales.
Han sido varias las ocasiones en las que amanezco llorando inconsolablemente a causa de las pesadillas, esas en las que mi hermano muere atropellado o cuando mi ex jefa me reprende frente a todos mis compañeros del trabajo, entre otras.
Entonces abro los ojos, respiro profundamente, me hago consciente de que estoy en mi cama y de que todo fue una mala jugada de la cabeza, mientras se supone debería descansar.
Lo divertido es despertar entre risas. Lo extraño es que, cuando pasa, no recuerdo qué había soñado. Y esos días suelen tener muy buena vibra.
Alguna vez amanecí con un dolor en el hombro, de lado izquierdo, muy cerca del corazón. Era inexplicable. En algún momento del día, como en un flashazo, recordé que había soñado que me asaltaban frente a mi auto. Que los maleantes me disparaban en el pecho, y que al voltear, la sangre escurría por mi espalda y se pegaba en el cristal y la puerta del vehículo en que estaba recargada.
Y qué tal cuando despiertas y te saboreas los besos que algún amor platónico te dio, aunque haya sido entre sueños. Cuando imaginas que esos labios besan tan bien, aquellos que has mirado tanto tiempo y deseado probar mientras lo oyes platicarte algo interesante. Pero entonces amanece y te das cuenta de que fue un sueño. Al menos la ansiedad de probarlos se te ha quitado, aunque lo hayas hecho mientras dormías.
Así que lo bonito de los sueños es que sean una extensión fantasiosa de la realidad y que a veces estas historias se prolongan hasta la conciencia, a menos que se trate de pesadillas, porque de esas quisiéramos despertar cuanto antes y saber que, en efecto, sólo es una producción patrocinada por los traumas, las decepciones y la necesidad de saber que no es verdad.
No se les olvide, que la bajada es por atrás.
*La Cordero no es escritora, nomás escribidora. Nomás reportera, esclava de la tecla, tortillera de la información, testigo y protagonista de la vida, narradora de mundos de fantasía y realidad.
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