lunes, 29 de diciembre de 2008

Año nuevo… vida nueva?



Hablar de los propósitos de año nuevo es hablar de promesas, que en la mayoría de los casos se quedan en eso, en promesas…


Aunque muchos lo nieguen, la mayoría sino es que todo el mundo hace planes en base al año entrante, desde deja de comer taaaanto pan, hasta abrir una cuenta en el banco y comenzar a ahorrar para mejorar el coche, o la compu o hacer el viaje ese con el que se ha soñado toda la vida. Para mi el año nuevo no solo viene con una carga de buenos deseos para el universo en general, incluidos lo mejorable, sino con otras no tan buenas, como ser un año más vieja, que viéndolo por el lado positivo pues es un año más de experiencia (ja) pero bueno, ese es otro tema. No estoy en contra del cliché en el que se han convertido los intenciones para el año entrante, claro que por supuesto que tengo propósitos, viajes por hacer, gustos y necesidades que satisfacer, metas a futuro, pero sinceramente no le veo el caso de hacerlos justo cuando inicia el año, uno puede hacerlo cuando tiene las ganas, no esperarse 365 días para iniciar. He descubierto también que mi psicología funciona al revés, o sea, si digo ya no voy a gastar tanto, gasto más que nunca, así que en base a la encuesta de Paz, les muestro una pequeña lista de lo que son mis propósitos de año nuevo, igual uno de ellos se pone rebelde y ya por fin salgo… ja ja ja

+seguir sin ir al gimnasio

+seguir sin dejar de beber

+seguir comiendo rico

+seguir sin ser fiel

+seguir sin ahorrar

+seguir sin novio

+seguir


.... Por cierto, preparen las uvas, las lentejas, las maletas, pónganse los chones rojos sobre o debajo de los amarillos, agarren la escoba (no para volar), pongan el borrego detrás de la puerta y pásenla de lujo este miércoles… Subale, súbale, hay lugaaaar

sábado, 27 de diciembre de 2008

Chofi invitado - Jefes

El mito de que tú y tu jefa sean mujeres

Texto: Una Diva*

En mis experiencias laborales siempre he escuchado esa teoría de que lo peor que te puede pasar como mujer es que tu jefa lo sea también.

Yo he sido afortunada, creo, pues todos mis “superiores” han sido hombres desde que comencé en esto del mundo laboral y, dejando atrás mi feminismo, les puedo decir que la relación con mis jefes ha sido estupenda, la comunicación ha fluido y he podido aportar mis ideas y puntos de vista sin problema alguno.

No sé si radique en que somos de género opuesto o simplemente he tenido suerte, lo sabré hasta que mi jefe sea mujer.

Pero las historias urbanas sobre trabajar con mujeres no me dejan ganas de tener a una persona del mismo sexo como jefa directa.

Una amiga me contó que su jefa no le permitió salir una hora antes cuando su hijo enfermó y tenía que ir por él a la guardería; otra amiga odió su primer trabajo donde la encargada de departamento tenía constantes problemas con su novio, los cuales descargaba con ella y otras compañeras, “resultaba un terror escucharla colgar pues no sabíamos con que humor la habría dejado su pareja”.

Dicen que “entre mujeres podemos despedazarnos, pero jamás nos haremos daño”, sinceramente no quiero averiguarlo…

*Una Diva, nuestra operadora invitada en la sexta semana tras la huelga de un par de choferes, es gurú y guía espiritual de varios bloggeros, a quienes tiene que poner en orden y mantenerlos 'temáticos'. Prueba de ello, aquí.

viernes, 26 de diciembre de 2008

De chile, de dulce y de manteca

Tema: Jefes

Un jefe debe tener mayores conocimientos que sus subordinados, ser un líder y -en términos prácticos y directos- ser el mejor de los de la oficina.

He tenido jefes que me han hecho llegar a la cima de mis diferentes actividades, y es a ellos a los que les agradezco lo que soy. Aún en la universidad, ya era ‘zapeado’ e instruido por el gordo Rivapalacio, MAO y Toño, quienes me iniciaron en el oficio más hermoso del mundo.

Luego de estar con auténticas vacas sagradas del periodismo, llegué a una empresa donde la única valía de mis jefes era que, como no sabían un carajo de lo que yo hacía, me dejaban en paz y en total libertad.

Fue en ese momento cuando me empecé a cuestionar sobre su valor como jefes. No tolero que mi jefe sepa menos que yo. Es absurdo, es ridículo, es estúpido.

Y ese fue el inicio de una serie de jefes que simplemente no llenaban lo que se necesita para esa encomienda. Desde el que, en plenos Juegos Olímpicos y luego de que nos avisaran que no tendríamos los derechos de transmisión, me pidió que le hiciera una lista por adelantado con los 20 reportajes/entrevistas que haría en los siguientes 20 días, hasta la que me preguntó que por qué era necesario un calendario de planeación en un lanzamiento de producto, en una agencia de publicidad.

Y es que en nuestro país no importa si eres el que más sabes, sino el ser amigo de los de arriba. Así encontramos a una editora de espectáculos que es diseñadora y pregunta que si las bandas Caifanes y Jaguares se iban a unir para una tocada de aniversario; un jefe de deportes que pregunta que si Cy Young era pitcher (el trofeo al mejor pitcher en Grandes Ligas casualmente se llama Cy Young, como dato informativo), un dueño de canal deportivo que pregunta que si es muy importante que Schumacher haya ganado siete títulos mundiales y… bueno, la lista luce interminable.

Hoy rescato lo bueno de mis jefes, y siempre que lo he sido me he preocupado por algo muy sencillo: ser el que sabe más que los de la oficina. Una vez que consigues eso, vas de gane.

Ahora que, como en México cada vez hay menos vacas sagradas a las cuales aprenderles, llevo años siendo mi propio jefe. Si bien no dejo de aprender al seguir estudiando y leyendo a los mejores del mundo, mi beneficio es no escuchar preguntas estúpidas de quienes llegaron por azar al escritorio más grande de esa oficina.

Así, hoy me preocupo de juntar lo de la cuenta en cada corrida y de llevarlos a la base, sanos y salvos.

jueves, 25 de diciembre de 2008

rudos y técnicos

Bienvenidos a la corrida navideña. Como hoy nos la llevamos con calmita tenemos tiempo de remembrar, aunque el tráfico sea como lo soñamos todos los días.

Creo que en cuestión de jefes me han tocado toda clase de especímenes, desde los mejores que cualquiera querría tener, hasta aquellos que te hacen dudar de tu propia vocación.

Los peores.

El primero, el que supuestamente debería haber sido mi mentor, ¡JA! Éramos los responsables de generar el contenido para un programa de radio que salía al aire a las 5:00 pm. A las 4:30 debían estar todas las notas listas para que el conductor tuviera oportunidad de revisarlas y no lanzarse al ruedo a ciegas. Invariablemente, a las 3:00 pm mi jefe se sentaba a comer, misión que le tomaba una hora, entonces se levantaba y miraba con cierto tono de superioridad, mezclado con desprecio y (ahora lo sé) un dejo de malicia, el trabajo que yo había terminado. Ese era el que al final salía al aire.

Más adelante me topé, en diferentes circunstancias y momentos, con dos personajes que el cine a reflejado a la perfección. Les cuento:

Cruella de Vil, una mujer que siempre iba impecable, altiva y tronando los dedos para que su séquito corriera a su alrededor. Su misión era mantener a los clientes felices, para ello a todo decía que sí. Luego volvía a su fortaleza y gritaba órdenes a sus esclavos. Mi gran fracaso con ella: nunca he sido buena para dejar que abusen de mi, ¡mucho menos para quedarme callada! Y si, estuve a punto de convertirme en el cuello de su próximo abrigo.

La segunda, les dejo que adivinen. Entraba dando órdenes, lanzando una bolsa que más parecía una maleta y que si te descuidabas te noqueaba, estirando la mano para recibir su café. Entre otras cosas era misógina. ¡Sí! A los hombres del equipo los abrazaba y besaba, mientras que a las mujeres nos miraba por encima del hombro. En un par de ocasiones me tocó viajar con ella y entonces parte de mis funciones eran la cita en el SPA, coordinar al peinador, maquillista y asegurarme de que su ropa estuviera planchada a tiempo. Algo que siempre me pareció imperdonable es que con los externos era divina y encantadora, pero con su equipo era implacable y hasta injusta, de esas personas que tratan de resolver las cosas a gritos. Y saben qué, yo no soy perro para que me anden gritando. ¿Ya les sonó conocida? Si, ella también vestía a la moda.

Por cierto, dejé de trabajar con ella pero como este negocio es muy pequeño me la topo con cierta frecuencia. Sobra decir que ahora cada vez recibo un gran abrazo, acompañado de un beso y “el enorme gusto que le causa saber que me está yendo taaaan bien”.

Hay que reconocer, de estos especímenes algo aprendí: no eres nada sin tu equipo, nunca pidas algo que no estarías dispuesto a hacer y muérete en la raya por ellos, porque la única forma de tener su compromiso absoluto es comprometerse absolutamente con y por ellos.

Pero, hay que ser justos en la vida. Y como dije al principio también he tenido jefes maravillosos, jefes con los que comparto la filosofía y los principios. Créanme que después de las experiencias nefastas que pasé (no sé si es casualidad o a todos nos pasa, pero fueron justo en mis años de novata) me volví más quisquillosa y lejos de agradecer cualquier palmadita en la espalda desmenuzo a la gente hasta convencerme de merecen mi cariño y mi respeto.

En los últimos tres años me he topado en especial con dos jefes (aunque creo que a ninguno le gusta que le diga así) que me han reivindicado con las jerarquías y la autoridad.

¿Lo mejor que tienen? Es difícil decirlo porque son muchas cosas, creo que en todas coinciden. Son excelentes en su trabajo, ejemplos a seguir y personajes de los que en todo momento aprendes algo. Admirables como profesionales, comprometidos y talentosos. De esos que cuando no sabes para donde hacerte llegan con una idea genial y que piensas “ojalá un día a mí se me ocurra algo así”.

Además confían en su gente, te dejan improvisar, experimentar y arriesgar. Nunca te dejan sólo, reconocen, tu esfuerzo y tus triunfos pero comparten los tropezones que todos en algún momento nos damos.

Sin embargo eso no es todo, son además grandes personas. Saben, y no olvidan nunca, que antes que empleados todos somos seres humanos. En todos mis trabajos he pasado por algún momento personal difícil. Acá por primera vez sentí el cariño y el respaldo de mis “colegas”, a los que en esos tiempos sólo vi como mis amigos. Y por si fuera poco, encuentran la forma de hacer que el trabajo sea divertido y disfrutable, ¿qué más se puede pedir?

Una de ellas hoy está a muchos kilómetros de distancia, pero sigue y seguirá siendo mi amiga y mi mentora. El otro… está amenazado de muerte con moverse de donde está. Si señores, hay jefes que vale la pena hacer todo por conservar.

Cuando sea grande definitivamente quiero ser como ellos.

Y hasta aquí le dejamos, que se nos hace tarde pa’l recalentado. ¡FELIZ NAVIDAD!

lunes, 22 de diciembre de 2008

Jefes… dónde los fabrican?


Mi vida laboral es corta, pero en este tiempo he tenido un sinfín de jefes y descubrí que los jefes nunca tienen contento a nadie…
Si es buena persona, le falta carácter, te lo pasas por encima, pobrecito no puede… si es enojón, tiene problemas, es un déspota amargado sin corazón…
Creo y sé que es muy difícil tener gente a cargo, a los problemas personales y mentales de los empleados, se puede sumar la carga de los jefes de otro nivel, la familia, los problemas de la empresa, el alza del dólar, la crisis financiera… Pero nosotros, los obreros, qué culpa tenemos!
En mi caso, ahora sufro... en realidad sufrimos (toda la empresa) porque el que dice ser nuestro jefe, aprovecha el poder, tal vez para él sea lo más normal, pero creo que no se vale, puesto que el ambiente de trabajo se convierte en un infierno, y eso en mi muy personal punto de vista es perjudicial para la misma empresa, pues el rendimiento de la plantilla obrera se ve reflejado en el producto final.
Todos quisiéramos tener un jefe de esos que saben distinguir entre la amistad y la chamba, de los que motiven a hacer mejor las cosas con solo decirte, "hiciste un buen trabajo", de esos que te ayuden a salir de un problema y no te metan más en el hoyo, o de los que por el simple placer de saludarlos tengas una excusa para ir contento a la oficina.
Pero creo que esos solo existen en la TV, o en mi imaginación… que triste.

Por eso admiro a los que son sus propios jefes, los que viven en la impunidad de trabajar desde la cama, sin rendirle cuentas a nadie…

Súbale y disfrute del llingun bels

viernes, 19 de diciembre de 2008

Letra muerta


Tema: Fobias

A la del cumpleaños

Apretaba la mandíbula hasta el punto en que pensé que se rompería los dientes. Enterraba los dedos contra el balón de futbol y parecía que lo reventaría. Sus ojos miraban fijamente a la rata y comenzó a sudar. Tenía fobia a esos silenciosos y astutos roedores.

Por el contrario, yo veía sus largos bigotes y no entendía porque podían tener rabia, si serían lindas mascotas.

De eso han pasado más de 10 años. Desde entonces he tratado de buscar mi fobia.

¿A las alturas? No. ¿A los alacranes? Los cazo y los meto a frascos con alcohol para conservarlos. ¿A la sangre? Soy donador dos veces al año. Y así sigue la lista.

Sabía que debía tener alguna fobia, todos la tenemos.

¿Miedos? Algunos. Al fracaso, a la derrota, pero vaya, ninguna es fobia. He fracasado y he perdido y creo que lo asimilo muy bien.

Mi fobia es a la letra muerta. Esa que me explicaron en la escuela que se da, que sí existe. Escribir algo y que nadie nunca jamás en la historia del mundo mundial, lo lea.

Me da pánico el pensar que nadie leyó algo que nació para ser leído. No me refiero a eso que escribes para ti mismo, no, sino a lo que se hace para los demás. Y es que eso sería la muerte para un reportero. Juntaría el fracaso con la derrota y te diría que tu razón de ser ha muerto. Que tu paso por el mundo ya no es necesario. Que si te cuelgas, nadie lloraría por ti.

Esa es mi fobia. Saber que no hubo un par de ojos que leyera, que a nadie le transmití nada. Y no me refiero a una sola nota, sino ya el hacerlo de manera habitual.

Hace dos días una amiga me dijo: “Te leí, me gustó, ya soy tu fan” y me sentí feliz. No por el piropo, ni por el ego, sino porque ella leyó de principio a fin. Mientras ella me lea… no hay fobia.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Insectos en las alturas

Cuando era niña, tendría unos 6 ó 7 años, vi una película cuyo título, trama o protagonistas he olvidado del todo. El único recuerdo que conservo de ella es una escena en que una mujer colgaba con ambas manos, a punto de caer al precipicio, cuando una tarántula empieza a descender por su rostro.

No estoy segura de si mi pánico a las arañas nació allí o esa imagen sólo lo potencializó, lo cierto es que hay pocas cosas que me puedan paralizar tanto como un peludo ser de ocho patas.

Pasé mis años de infancia viviendo en una zona semi-rural, asistiendo a una escuela semi-rural. Insectos de todo tipo se nos aparecían constantemente; grillos, lombrices, caras de niño, y en términos generales podía lidiar con el asco y miedo que me provocaban, pero una araña, por pequeña y pseudo indefensa que fuera, era capaz de hacerme dormir en el piso de otro cuarto con tal de no quedarme en el mío propio con su cadáver o si quiera el recuerdo de su espíritu.

El miedo a las arañas me acompaña hasta el día de hoy. Soy incapaz de matar una y no por un afán ambientalista, sino porque me da terror enfrascarme en una lucha contra una de ellas. Dicen que ellas me tiene más miedo a mi… pero qué tal que no lo saben.

Otro miedo que durante años me hizo pasar malos momentos fue a las alturas. Recuerdo una ocasión en que jugábamos a ser intrépidos escalando bardas y desafiando lo que según nosotros eran precipicios, cuando de pronto me quedé absolutamente paralizada. No sé cuánto tiempo paso hasta que alguien se dio cuenta de que no estaba jugando y subió por mí.

Por consecuencia, los aviones no son como mi fascinación. Es más si puedo agarrar carretera durante unas 4 ó 5 horas lo prefiero a tomar un vuelo de una hora. Pero tampoco es cosa de que uno se prive de los placeres de viajar por andar de cobarde verdad.

Finalmente, haciendo un análisis y compartiendo las opiniones de los operadores de esta digna unidad, algo a lo que definitivamente le tengo pánico es a la estupidez humana. Sumado a ello la falta de criterio, la nula memoria histórica de este país, los idiotas con iniciativa… ah! Y a la desaparición de los canales de deportes de la televisión.

A lo que no le tengo nadita de miedo es al volante y la velocidad, así que súbale que prometo conducir con cuidado.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Fobias...

A unas horas de que termine mi ruta los saludo, porque más vale tarde que nunca…

Todo el día estuve buscando qué escribir sobre el tema de la semana, FOBIAS… Y nada, busqué en Internet, platiqué con varios amigos… pensé en mis propias fobias que ahora distingo del miedo mismo...

Conocí infinidad de fobias, que al agua, a las multitudes, a las alturas, a los insectos, las arañas, una de las más extrañas que encontré fue al número 8, o a los olores, pero sin duda se lleva las palmas la Optofobia (miedo a abrir los ojos) se pueden imaginar algo así, yo no, supongo que su vida no es más difícil que la de un ciego, pero… ¿No aprovechar ese sentido? Se me hace terrible.

Ahora que distingo entre las fobias y el miedo, creo que no padezco de alguna en especial, las alturas solo me causan vértigo y las multitudes algo de angustia… pero esperen! no se si exista una definición médica o psicológica para la fobia a la estupidez humana, tal vez eso si pueda padecer.

Suuubale, antes de que otra cosa suceda!

viernes, 12 de diciembre de 2008

Viaje, viaje, viaje, viaje, viaje…

Tema: El viaje

Abrí un ojo y sentí que esa no era mi cama. Voltee a la ventana y no estaba en su lugar. Me levanté asustado. En la cama contigua, mi compañero de cuarto de esa temporada. Le desperté con mi tono desesperado.

--¿Dónde estamos wey?

-- ¿Ehhhh?

-- Sí, ¿dónde estamos?

-- En el hotel, ya duérmete… -dijo aún dormido.

-- ¡Ya sé que en el hotel! ¡Y es un Hilton! (dije al ver las cortinas y la alfombra y el papel tapiz) y seguro mañana vamos a la pista… pero… ¿qué ciudad?

Al escuchar eso, prendió la luz de la cabecera, se incorporó y con voz suave, como tranquilizándome, dijo: “Indy… McCoy… es Indianápolis…”

--Ok, ya… ya… ya me acordé… perdón… duérmete…

No dijo más y jamás me preguntó que pasó aquella noche. Me entendía perfecto. Nuestras habitaciones cambiaban cada semana. Siempre era la misma cadena, pero nunca la misma cama. Llegamos a aprendernos la programación de las películas de los aviones, saludábamos a la señora de la tienda de ese aeropuerto que siempre nos sonreía al vernos pasar, y --como en capítulo de Seinfeld-- apostábamos (viendo el monitor) a qué vuelo llegaría primero.

Nos aburrían los tiempos de espera en los aeropuertos y ya teníamos rutinas que nos hacían amenas las esperas. Las sobrecargos nos daban las cobijas antes de pedirlas y entregábamos los documentos antes de que los solicitaran. Contestábamos las preguntas de corrido y ya buscando el equipaje en las bandas.

Aún no salíamos del aeropuerto cuando ya pensábamos en quién nos recibiría en la sala de prensa, si llegaríamos a tiempo de escoger buen lugar o si estaríamos antes de la primera calificación.

Pensaba en el día que tocara de nuevo la ciudadmasgrandeybelladelmundo, no para cambiar ropa, sino para ver si --aunque fueran unos segundos-- ella podría estar en el aeropuerto conmigo.

Durante el vuelo, no pensábamos en cómo nos iría en ese viaje, sino en qué día teníamos que mandar la solicitud de acreditación para el siguiente.

Aprendimos a dormir en un incómodo asiento, a ‘alargar’ los viáticos, los nombres de las hijas del reportero que se sentaba a nuestro lado cada finde y a conocer lugares de noche, cuando todo está cerrado. Ese año aprendí a ‘regatear’ en varios idiomas (algo que hoy ya olvidé) y ella dejó de irme a recibir.

Y aunque todo lo anterior suene a queja, no lo es… al contrario… amábamos eso… lo amamos…

jueves, 11 de diciembre de 2008

Frío, bourbon y recuerdos

Sólo nos tomó 32 años hacer por primera vez un viaje solitos. Fue una de esas oportunidades que no tienes muy claro cómo te caen en las narices pero cuando te das cuenta ahí están y seguramente no se van a repetir.
Fueron sólo tres días a un vecino país del norte. Pero eso fue sólo físicamente. La verdad es que el viaje fue a 50 años atrás, a anécdotas que había escuchado hasta que me aprendí de memoria, a descubrir que si existe un lugar que siempre pensé que era algo como “el país de nunca jamás”, al que él volvía con los recuerdos y hacía hasta lo imposible por llevarnos con la imaginación.

Por primera vez en años me dejé llevar, sin una agenda pre-establecida, sin planes estructurados y esquematizados… ahí na’ más a donde nos llevara la vida.

Narrar el viaje completo resultaría muy largo, y aunque con el tráfico decembrino seguro nos daría tiempo, me limitaré a señalar algunos aspectos relevantes, o al menos curiosos.

Nos hospedamos en un hotel excelentemente ubicado, apenas a media cuadra del sitio al que llaman “the crossroad of the world” osea, Times Square, cuya principal característica era el espacio interior, baste decir que había que ir en fila india por los pasillos y que tenía yo que brincar su cama, para llegar a la mía porque no había otro espacio para pasar.


La agradable temperatura de Nueva York nos recibió ahí cerca de los 0°, eso cuando se ponía buena onda, porque luego le daba por disminuir y soltar un airecito que calaba hasta las ideas, motivo por el cual la verdad es que perdimos todo el estilo, pero no las ganas de caminar y caminar y caminar la ciudad. Bueno hasta de navegar alrededor de Manhattan temiendo que un iceberg se atravesara en el camino y nos arruinara el show.

Caminamos por toda una ciudad que no hay mejor forma de conocer que codeándose con su gente en las abarrotadas banquetas. Comimos donde nos agarró el hambre y el antojo, no sé si conocimos los sitios más sofisticados pero si los más “rumbosos” como diría el viejito. Viajamos en metro y hasta en tren. Visitamos museos y tiendas, comimos pretzels… bueno hasta tomamos bourbon con todo y que no nos gusta (“es que es muy gringo” declaró después de dar el primer trago y estar a punto de escupirlo).

Pero lo mejor, lo inigualable, fue un trayecto de poco más de una hora en tren, a las orillas del Hudson, para llegar a Poughkeepsie, ese lugar que resulta que si existe aunque no lo creíamos.

Llegamos sin la menor idea de para donde jalar, con la fortuna de que el Marist College resulta ser un sitio de harta relevancia para la comunidad osea que no fue tan difícil encontrarlo.

Fue llegar y ver su mirada cuando se le apareció el Donnelly Hall, el edificio que él ayudo a construir y que dejó en obra negra, para verlo hoy convertido en punto emblemático del lugar. Ya con eso valió la pena el viaje.

Lo demás, fue adicional. La caminata por el campus (impresionante por cierto), la hora y media en la tienda de souvenirs buscando algo para cada miembro de la familia, el recorrido por la biblioteca, la visita al Presidente del Colegio, los minutos en el mismo lugar que ocupó en la capilla en sus años de estudiante y los recuerdos que paso a paso nos iban alcanzando y envolviendo fueron aderezos al plato principal.

Si me preguntan, de manera un poco egoísta puedo decir que lo más maravilloso para mí fue el gusto de poderle regalar esa aventura. “Sólo a ti se te puede ocurrir hacer algo así” me dijo cuándo volvíamos y lo que pensé fue que por él valía la pena eso y más.

Y para qué negarlo, ¡me divertí como loca!

Hay lugares en el mundo que disfruto muchísimo. Mérida es mi infancia completa, mis mejores recuerdos, mi familia. Ixtapa es la playa, el descanso, el reventón para viejitos que se nos da tan bien. Madrid por alguna razón es mi lugar feliz, creo que en mi otra vida viví por allá. Pero si algo descubrí en estos pocos días, es que puedes crecer, cambiar, irte o volver, pero siempre habrá un lugar y una persona a la que podrás volver, no importa en qué lugar del mundo estés.


¿Con quién hice el viaje? Con mi alter ego, un hombre al que adoro y admiro: ¡mi papá!







PS Mi motivo de mayor emoción: me pidieron identificación para dejarme entrar a un bar!!! Eso hacía mucho, pero mucho que no me sucedía.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Portugueses...

Traslado que se hace de una parte a otra por mar, aire o tierra. Eso dice la RAE que es el viaje. Entonces un viaje puede ser simplemente avanzar un paso, dar una brazada o dar un brinco. O moverse un centímetro. Ya depende de uno lo que se deje o se conozca, lo que se aprenda u olvide en esa distancia. Pero es una distancia suficiente; es completamente un viaje.
Sólo que lo olvidamos; consideramos viaje a algo que viene seguido de palabras como boleto, avión, bus, barco, maleta, mochila... Europa! Y no es así. Personalmente pienso en lo que es un viaje a partir de las conclusiones que te dejan. También soy medio radical y pienso que la esquina de una calle en Estambul tiene lo mismo que la esquina de una calle en Barcelona, Guatemala, Guadalajara o El Salvador, que lo único distinto es el contexto que la adorna; claro, el contexto es rete-importante pero la esencia es una (hay varios experimentos al respecto; ahora recuerdo la película Flirt, de Hal Hartley).
También considero como argumento frágil aquello de ‘los viajes ilustran’. No sé, depende mucho de en qué quiere ilustrarse uno. De entrada creo que lo que un viaje hace es sensibilizar: el viaje coloca y ajusta un radar con el que uno sabe con quién sí y/o con quién no; yo al menos no he regresado ilustrado de algún lugar. Y la verdad es que cuando estoy en un lugar nuevo prefiero estar en la calle o pasar el tiempo en un bar tratando de obtener el termómetro de la gente, antes que meterme a un museo, por ejemplo. Lo que hay en un museo así sea la Gioconda o Saturno Devorando a su Hijo, eso lo puedo ver en un documental. Hasta donde sé, aún no enmarcan y colocan en museos las charlas de gente en bares o calles así que prefiero aprovechar dos horas en un bar o vagando en el metro, escuchando a la gente que vive ahí, a meterme en un museo del que hay documentales libros y cosas que puedo encontrar en el lugar donde vivo.
Y eso, la importancia del viaje la dan sus conclusiones. He tenido supuestos viajes de horas de los que he vuelto más tonto de lo que me fui; pero he dado un paso, un solo paso en algún momento curioso y he vuelto de él como si regresara de China.
Por último, olvidamos además que ya por estar aquí somos viajeros… solo estaremos aquí poco tiempo, cierto? En el fondo todos somos portugueses cuyo mar en las ventanas les recuerda todo el tiempo que estamos de paso, que en algún momento hay qué partir a algún lado. Entonces, hay qué aprovechar este boleto, avión, bus, barco, maleta, mochila… como cada uno prefiera.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Qué buen viaaaajeee....

Primero una disculpa porque la corrida se atrasó, había haaaarto tráfico.... pero ya saben aqui estamos y en el camino andamos así que suuuuben...
Los viajes…

En mi corta existencia las visitas a otros lugares alejados de mi pueblo han llenado mi cabeza de recuerdos, experiencias y aprendizaje. Subir al auto acompañada de mis padres con rumbo desconocido, escuchando música que ahora trae imágenes de verdes montañas a mi memoria es algo que no tiene precio.
Desde chiquita he disfrutado de las carreteras, a diferencia de mis hermanos que en cuanto se suben al coche se quedan jetones, yo permanecía despierta, observando el paisaje, las casas, los cerros, buscando figuras en las nubes en el cielo azul o tratando de encontrar constelaciones entre las miles de estrellas.
Creo que esos viajes, los de carretera son los que más disfruto, mi primer vuelo en avión no fue la mejor experiencia, un trasatlántico 9 horas de vuelo, enferma, asustada, no horrible, pero pues ya en el regreso me acostumbré a eso de las turbulencias y el mar, no se diga, me hace falta un crucero en el caribe, que creo no tendré problemas.
¿De los más significativos? El que hice a Veracruz en año nuevo con una amiga, pues fue mi primer viaje sola y en una fecha en la que nunca había estado lejos de casa, aprendí horrores, como no cargar con todas tus credenciales en el mismo lugar, ya que tras el robo que sufrí en el malecón, quedé varada en una ciudad, sin dinero, sin identidad y sin esperanzas, que luego llegaron al encontrar en un libro mi acreditación del Estadio Morelos.
España ha sido otro de los lugares más simbólicos, cruzar el charco fue una gran experiencia en todos los sentidos, conocer otra gente, otra cultura y salarme algunos días de torneo para visitar otras ciudades.
Así puedo enumerar otros cuantos, Monterrey, o los viajes Express en la vuelta ciclista, en donde conocer gente ha sido lo mejor.
Haciendo un recuento, mi chamba, la independencia económica y mis amistades han sido factores que me han impulsado a viajar y me refiero en específico a esos traslados en los que te subes a un avión, camión o automovil (de los otros no se nada)…
En la lista aún quedan varios pendientes… Argentina por ejemplo, Chile, París, Holanda… y así podría enumerar otros países a los que quisiera conocer y que no me voy a morir sin pisar…
Súbale, tarde, pero seguro que llega.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Yingoul vels


Tema: Pre-Navidad, villancicos en noviembre.

Por muchísimas razones que no darían tiempo de explicar en una corrida en este Micro, creo en Dios. Y dentro de mis creencias, respeto la Navidad (ya después entro en peleas sobre si fue en diciembre o no, si fue en una cueva o en un pesebre y miles de cosas que para esta entrada son intrascendentes).

Así, Navidad es un festejo para mí. Me gusta cenar en familia y lo mejor: las ventas nocturnas. Es increíble poder comprar cosas buenas, que quiero y --a veces-- a mitad de precio.

Sin embargo no entiendo porqué comiencen con la pre-Navidad más de un mes antes, simplemente me parece absurdo. Son unos 60 días de este ambiente ñoño y agringado, con pretexto de una celebración religiosa de… ¡un día!

No sabía que odiaba esta temporada hasta que, en los primeros días de noviembre entré (por necesidad y no por gusto) a un Starbucks. Conecté mi compu con el mundo mundial y después de 10 minutos pensé que había viajado en el tiempo al 23 de diciembre. 

Villancicos en las bocinas, símbolos de copos de nieve en las ventanas, adornos navideños y un estúpido Santa Claus con nariz de borracho pegado en la pared.

¡Por favor! Si Santa ni existe… así como los Reyes Magos… digo… todos aquí sabemos que son los papás, ¿no? En fin. No me gusta el ambiente que rodea esa fecha. Sé que se ha dicho mucho, que la mercadotecnia, que si el capitalismo, que si nosequé… eso a mí no me importa… pero si quisiera escuchar villancicos, ver figuras de Santa y traer un sweter con un gran árbol de navidad, me mudaría al gabacho. Finalmente allá hasta nieve tendría.

jueves, 4 de diciembre de 2008

La Navidad como las lentejas

ADVERTENCIA ANTES DE ABORDAR:
Soy una de las personas más navideñas que podrán conocer. Me encantan las posadas, los regalos, el Lupe-Reyes, el pavo, los romeritos y todos los excesos asociados a estas fiestas.
Aclarado lo anterior, procedamos a la ruta del día de hoy.

Pocas cosas me pueden poner de peor humor que la esquizofrenia mercadológica que ataca a los centros de consumo, eso de tener en los mismos anaqueles a una bruja, compartiendo espacio con Santa Claus y tres diablitos que se codean con los ángeles del nacimiento me parece absurdo.
Por si fuera poco que un día de estos nos vendan huevos de pascua empaquetados con la rosca de reyes, la gente por las calles logra superarse e inventar costumbres aún más patéticas.

Sigo esperando que alguien me explique esa novedad de disfrazar los coches de reno. Y peor aún que alguien pueda circular por la ciudad tan campante, como si no se diera cuenta de que porta con orgullo tremenda ornamenta. Y eso pensando en que no sea un bonito retoque que le haya puesto el o la cónyuge, rematado claro con la borla roja en el frente que pretende ser una nariz.

De verdad que me duele ver cualquier automóvil (porque esto de la caracterización de Rodolfo no distingue cilindraje, chasis, modelo, ni valor comercial) con ese alarde de mal gusto. Me imagino la humillación que sienten los pobres, incluso he pensado que si incrementan los incidentes viales en estas fechas no es debido a las posadas ni al ponche, es porque ellos mismos prefieren impactarse contra lo que sea que enfrentar la risa de sus congéneres por el disfraz.

Luego están aquellos que creen que su casa es museo, tienda departamental o mosaico churrigueresco. Atascan desde la banqueta hasta el baño de motivos navideños. Bueno, seguramente alguna vez han vivido esa terrible experiencia de entrar al toilette y toparse con una tapa de Santa Claus, ya de suyo incómoda, peor aún cuando la levantas y el regordete de las barbas aparece tapándose los ojitos. Perdón, pero eso termina con cualquier inspiración o necesidad.

Luego pasas a la sala y no sabes si lo que hay sobre la mesa de centro son dulces, adornos o piezas del nacimiento que va desde el jardín hasta la recámara principal. Y para acabar con la felicidad, te encuentras el árbol atascado de regalos al pie, eso sí que hace que nazca la ilusión (o la avaricia echándole el ojo al más grande). Después es aplastada cuando te enteras que son de utilería.

Ya ni hablar de las series navideñas musicales, que luego ponen en las oficinas como para aumentar la tasa de suicidios; las tarjetas con fotos familiares, todos ellos sentados sonrientes y sonrojados en torno al árbol o a la chimenea; los especiales televisivos atascados de melaza y pseudo buenos deseos; las bufandas y calcetines con motivos acordes con la temporada y los infaustos sweaters con foquitos. Eso sí que acaba con el espíritu navideño hasta de Kris Kringle.

Esto es como las lentejas. ¡Si exageras te hartas de ellas! Por favor no sean crueles y no le hagamos esto a la navidad.



PS Si escuchan a un amarguete por ahí decir que no existen Santa Claus y los Reyes Magos, no le hagan caso, es sólo su frustración porque no alcanzó su disfraz de reno para el rompe… quiero decir, para el coche!

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Pensión

Colegas microbuseros... amigos todos...
Hoy la inspiración no tomó taxi para venir a darme las llaves del micro y no pude arrancar. Pero prefiero ser honesto a empezar a escribir una babosada que ni a mí me guste.
Les debo esta corrida, les dejo abrazos.

martes, 2 de diciembre de 2008

Los estertores del año

Nunca he sido gran "fan" de la navidad. La he disfrutado pero sin ser una época que me cause algo especial interiormente.
Suelo relacionarla con una temporada para hacer examen de conciencia y sacar el saldo del año. Fuera de eso, me resulta, por decir lo menos, totalmente intravenosa.
En esta ruta que será corta porque hace frío y porque para iniciar diciembre ya llego cansado, prefiero adelantar el saldo del 2008.
Estuvo de la chingada.
Lo inicié emocionado e ilusionado, con un gran trabajo y una casa increíble. Hasta existía en mi iPod un ridículo playlist titulado Merry Little 2008, llena de canciones que me ponían de buenas.
En el transcurso del mismo, perdí un gran amigo, una casa, la relación más importante hasta hoy, me cambié de ciudad, me deprimí como nunca, lloré cual maría magdalena y me he lastimado la pierna suficientes veces como para poder considerar que quizás esta lesión muscular me haga dejar de correr... uno de esos pocos placeres que me quedaban tras tanto duelo y tristeza.
En fin. Ni la vida se acaba ni se detiene el mundo. Las cosas no son tampoco tan malas. mi trabajo lo disfruto totalmente y los amigos que he encontrado ahí han sido una gran ayuda, sumados a los de siempre, los incondicionales.
Estamos en proceso para estar mejor... poco a poco.
Por hoy, con la navidad aterrizando cual platillo invasor sobre tierras regiomontanas (lo cual hace como plaga biblica llenando de espiritu navideño gringo los corazones y jardines y casas y negocios de los regios) el saldo esá hecho.

Pinche 2008, ya llégale.
empezaste de poca madre... cual autopista recién inaugurada. perfecta, con destino a un lugar increíble.
pero la neta te volviste loco y acabaste con todo lo que conocíamos tal y como lo conocíamos. como terracería que lleva a un camino cerrado.

del próximo año prefiero ni hablar...
mejor nos bajamos de la ruta antes de que comience a atropellar peatones y ciclistas por puro deporte.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Navidad… en aerosol…

Por si no fuera poco el acoso prenavideño que vivimos desde el 3 de noviembre, cuando en los anaqueles de las tiendas departamentales comparten las máscaras de monstruos con el regordete venido desde el polo norte, ahora podemos tener la navidad en aerosol.
Yo nunca he entendido por qué la navidad empieza desde un mes antes, tal vez para ir poco a poco comprando los adornos para la casa, o para el carro, por qué no, con todo y cuernitos y nariz roja al frente, pero es agotador.
Cada año son más los menesteres inútiles, los adornos que terminan en la basura porque por su bajo precio no aguantaron dos meses colgados en las puertas de las casas (o un año entero como las series musicales de mi vecino).
Ahora también por si el ambiente no es lo suficientemente navideño, puede conseguirlo en el super, si en un envase con difusor que dejará en el aire el aroma a castañas horneadas, a cedro… dice el comercial, aroma navideño, pero ¿a qué huele la navidad?, para mi a ponche, a fogata de esa que te hace llorar los ojos, y de eso no hay así que no compraré, pues no se ni a que huelen las castañas horneadas.
….Hoy me di cuenta de que es nefasta la navidad, más bien toda su comercialización y la duración, como que cada año empieza antes, Santa va ganando terreno y eso no está chido, que espere su turno.
Creo que lo único que me gusta de esto son los ponches con piquete jaja, los colores y los regalos… y eso que a mi la navidad me gusta… pero hoy no se por qué estoy enojada y ya me salió el grinch que todos tenemos dentro (sin albur).

Súbale, ya sabe que de seguro llega a algún lugar.